Un
antiguo oyente de mi programa radial, me llama para recordar cuántas veces
alerté a los obnubilados por el carisma estigmático del difunto sobre su
inmensa equivocación, y que serían sus hijos quienes morirían en los campos de
batalla para recuperar la libertad tan estúpidamente entregada.
Un
pueblo entero cegado por el destello vacuo del discurso violento, con la
pobreza atávica como excusa, de otro ilusionista de la necedad. Y hoy este
amigo me señala lo asertivo de aquella premonición, pues son los hijos de
aquella ceguera política los que hoy mueren, son heridos a mansalva y sufren
prisiones y torturas en las calles de Venezuela luchando como tigres por su
futuro conculcado por la imbecilidad criminal del castro comunismo de unos
infames traidores a la patria, porque la patria es la gente.
Dramática
situación que ha conmovido al mundo por la brutal respuesta represiva de un
régimen liberticida con 15 años de desaciertos económicos a cuestas, capaz de
cualquier infamia con tal de preservar el poder en su estúpido empeño de
repetir en Venezuela la mil veces fracasada fórmula comunista, a través del
desabastecimiento y la inseguridad como medios de control social, que llevó a
Cuba a la más espantosa
miseria.
La
situación económica configura una violación del artículo 320 de su propia
Constitución, que establece: “El Estado debe promover y defender la estabilidad
económica, evitar la vulnerabilidad de la economía y velar por la estabilidad
monetaria y de precios, para asegurar el bienestar social”.
Pero,
además, para empeorar la crisis económica producto de la irresponsabilidad en
el manejo de los recursos públicos, como la regaladera del dinero de los
venezolanos a las aldeas y chulos latinoamericanos con voto en la OEA, practicando el más espantoso saqueo
del que se tenga noticia en este hemisferio de hombres proclives a ser
convocados por quien sea capaz de tirar la parada de macho cuatriboleado, como
Fidel, Tirofijo o el extinto.
Un
subcontinente en el cual “las bolas” tiene más peso específico que la inteligencia,
es tierra fértil para cualquier saltimbaqui deshonesto e inescrupuloso que
prometa bienestar instantáneo y muerte a la oligarquía, que por cierto en
Venezuela murió en los campos de batalla luchando por la independencia.
En
este momento el gobierno nacional es una entelequia desordenada que patalea
desesperadamente ante la imposibilidad cierta de no poder controlar la
situación a menos que, como aquel 11 de Abril, lance el ejército a la calle a
masacrar a miles de jóvenes estudiantes, y a la población que los secunda,
corriendo el riesgo de no ser obedecido como le ocurrió al “eterno”. Solo los
estúpidos tropiezan dos veces con la misma piedra. Ya se ven las consecuencias
diplomáticas de las torpezas de Maduro en materia de derechos humanos, que,
como todo comunista, cree que son accesorios prescindibles ente un supuesto fin
superior imaginario, obviando su universalidad y obligatorio cumplimiento.
Es
que la sumisión al régimen cubano le impide admitir con gallardía que estos 15
años de gobierno insensato han creado la situación de deterioro que sufre la
población venezolana en su conjunto – el peregrinaje en busca de medicinas es
apenas un botón, el pueblo se indigna en
cada “no hay” – y aumenta el tono beligerante del dictador, aceptando como borrego
la culpa ajena, en lugar de
haber aprovechado aquel 12F para deslastrase de esa infame herencia y abrirse a gobernar para los
venezolanos, dando amplias muestras
de apertura democrática con la liberación de los presos y exiliados políticos, amparándose en el artículo 3 de
la Constitución que
establece que “el Estado tiene como fines esenciales la defensa y el desarrollo
de la persona y el respeto a su dignidad, el ejercicio democrático de la
voluntad popular, la construcción de una sociedad justa y amante de la paz, la
promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo y la garantía del
cumplimiento de los principios, derechos y deberes reconocidos y consagrados en
esta Constitución…”.
Pero
- mucho camisón pà´Petra - por
su falta de la grandeza histórica de un verdadero estadista – cómo se agigantan
De Klerk, Gorvachov, Mandela - actúa contra la dirección del viento,
haciéndose el loco con las mega marchas pacíficas que sacuden al país y lo
seguirán sacudiendo hasta que el fulano plan de la patria sea cenizas; creando,
con la punta de fusiles y malandros “colectivos”, una ingobernabilidad
insuperable, salvo con una junta de gobierno democrática; apresando jóvenes
disidentes que enfrentan con coraje su violencia y realizando allanamientos,
atentando contra periodistas y encarcelando alcaldes y líderes como Leopoldo
López cuyo sacrificio tuvo la inspiración ingenua del diálogo posible, y
destituyendo diputados al margen del estado de derechos y llevando a la GNB al
plano más deletéreo de su historia.
Y
lo más grave, ciego a la realidad que le presenta un país polarizado que hace
imposible la imposición de cualquier propuesta política que no sea por la vía
del consenso, insiste en aplicar la limitación al consumo, para continuar con
la insoportable escasez por razones políticas que le mueve el piso en los
barrios, en los cuales se cree poderoso por ignorancia, pues no es el difunto
ni se le parece. Dicen que el diablo confunde a quien quiere perder.
En
conclusión
Como
escribí en anterior artículo, la fulana “revolución”, que en alarde pedante
asociaron con “la patria” - se acabó, solo queda un aparatoso triunvirato,
remedo de gobierno, obedeciendo instrucciones extranjeras (des) integrado por
un chofer de autobús – “Bolívar quedó huérfano de esposa” - un capitancito buche y pluma –
más odio transmite Aristóbulo - y un dibujante técnico malamañoso. Y frente a
esa lástima, la arrechera de un país burlado que dijo basta. Con razón María
Corina se les subió a las barbas. Sale pa´llá.
Rafael
Marrón Gonzalez
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