En
el texto del pasado sábado aseguro que el desabastecimiento que sufre el país
no es por causas económicas sino políticas, pues el socialismo para poder
estatizar la vida de los ciudadanos, debe convertirlos en masa amorfa sin
conciencia de clase, a través de un férreo control social, que solo es posible
manteniendo al hombre pendiente de sobrevivir y para ello el hambre es una
poderosa herramienta.
Y
el desabastecimiento y la limitación del consumo generan angustia en el
individuo por el hambre que anuncian y, por ella, se somete voluntariamente a
los dictados del régimen en materia alimentaria, coadyuvando con su sumisión
por la subsistencia la imposición de la tradicional cédula de racionamiento de
los regímenes comunistas, que lo hará esclavo de su vergüenza.
Hampa sí mi comandante
Y
así como el hambre, el miedo es el otro aliado sustantivo del comunismo – el
socialismo es un eufemismo – y para producirlo masivamente el “proceso” castro
– chavista ha contado con la cooperación entusiasta del hampa, que ha ensayado
en Venezuela formas inéditas de amedrentamiento, como perseguir en motos a las
mujeres de los barrios para atracarlas, arrastrándolas por el pavimento, con
los que las damas presas del terror deciden no salir de sus casas. El premio
que el gobierno otorga a los delincuentes por su colaboración, es la impunidad.
Así, dejémonos de pendejadas y reconozcamos la eficiencia de este gobierno de
15 años, en el logro de sus objetivos.
Tenemos
desabastecimiento, con su aliada la inflación, y miedo parejo y una oligarquía
enquistada en la cúpula del poder que produce leyes para legitimar sus
depredaciones libertarias. Qué más puede pedir un gobierno comunista.
Una
vez impuestos en la psiquis del pueblo
los artilugios de dominación – domesticación por salivación - tarjeta de
racionamiento y toque de queda, el hampa desaparecerá devorada por un mar de
fuego de fusiles, y entrarán en acción plena las bandas armadas de vigilancia
que han sido formadas en paralelo y cuya eficacia apenas hemos observado en los
eventos de protesta.
Solo
falta someter a la díscola clase media, políticamente sociedad civil o “la
derecha” como la define la imbecilidad en el ejercicio abusivo del poder, que,
después de haber votado masivamente por el zafio golpista del 4F, infectada por
el virus de la antipolítica inoculado por los medios de comunicación que
lanzaron una campaña anti partidos, con alguna que otra razón, y que demostró su
capacidad de expresión el 2002, y que ha vuelto a evidenciar su disposición a
recuperar la democracia liberal que permitió su surgimiento, con masivas
protestas pacíficas, pero armadas de coraje y voluntad de cambio, que ahora
atraen la curiosidad del pueblo, tal como a la que impidieron con
francotiradores llegar a Miraflores aquel 11A que pone la carne de culecas a
los engreídos castristas de la godarria.
Como
símbolo de aquella gesta el “proceso”, purulento ya, estos cobardes mantienen
en prisión a Simonovis, para demostrar que el extinto era más cruel que la
monstruosidad de Fidel.
La claridad necesaria
Esta
inédita estructura de poder rebasa la comprensión de muchos políticos jóvenes o
formados en democracia, que intentan enfrentarlo con formas tradicionales de
oposición. Cuando hay que continuar, pero con mayor contundencia, con la lucha
política, ajustando el discurso a la realidad de este proceso liberticida, para
derrotarlo en el epicentro de su poder orgánico: las grandes mayorías.
Pues,
por ejemplo, de nada sirve que la oposición partidista se desgañite señalando
los índices de inseguridad, que es la primera preocupación en la clase media,
pero es la segunda o tercera en los barrios, a pesar de ser los más afectados
por sus ataques irracionales, si no tiene la claridad conceptual necesaria para
acusar con propiedad al gobierno de estar pivotando su consolidación en el
miedo paralizante producido por el hampa, que elige al azar, sin consideración
alguna por la filiación política de las víctimas.
¿Cuántos
trabajadores seguidores del castrismo han sido víctimas del hampa? Y eso no le
importa al procónsul cubano ni le importó al difunto. Son daños colaterales
meramente estadísticos. Lo importante es que el miedo paralice a todo el cuerpo
social. ¿Sino como le imponen por la fuerza a un pueblo que tiene que meterse
para adentro a las seis de la tarde, sin pagar el inmenso costo político
implícito? Quitándole la calle y dándosela al miedo.
Lo
que ocurre es que no conocemos a plenitud la capacidad de la maldad hasta que
nos alcanza. Los gobiernos comunistas, y los comunistas por supuesto, son de
naturaleza homicida, porque es tan anormal e inhumana su propuesta que solo a
través del terror pueden imponerla y han sido aparatos militares los encargados
de esta tarea, pero en Venezuela, por sus especiales características
geopolíticas, fue necesario preservar el barniz democrático, y esa tarea se le
encomendó al hampa, incluyendo las peligrosas bandas de operación política, que con ciento cincuenta mil
víctimas mortales en 15 años se ha ganado su lugar privilegiado en la historia
del crimen al lado de Fidel.
Lo
que ocurre es que “socialismo”
es un sustantivo tan atrayente que convoca no pocas solidaridades, y como se
continúa con la estupidez que confiere la culpa de su fracaso a quienes
practican la fórmula y no a la fórmula, estamos plagados de socialistas bien
intencionados que cubren con su manto de buena fe la perversión deletérea de su
realidad, creando la atmósfera de confusión que lentamente nos conduce al
silencio.
Rafael
Marrón Gonzalez
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