El
pasado martes 1º de abril, el doctor Luís Antonio Anaya disertaba sobre los
derechos constitucionales y la fuerza orgánica de la Constitución, ante un
grupo de estudiantes de la escuela de derecho de la UCAB, en la plaza
Monumental de Puerto Ordaz, y, como rictus de sarcasmo, detrás del anfiteatro
desde donde el profesor hablaba de democracia y libertad, varias tanquetas, con
su correspondiente dotación de soldados represivos, formaban una burlona
escenografía que diluía en una obscena señal con el dedo medio, el romántico
alcance constitucional de la clase universitaria extra muros.
Con
esas tanquetas, que rompían el asoleado bucolismo de ese apacible lugar, Maduro
les recordaba a los presentes y transeúnte que “la revolución es pacífica pero
está armada” como solía indicarnos el ahora difunto. Pues, así como Julio César
decía que “las legiones legitiman mis leyes”, Maduro traduce “las tanquetas
legitiman las mías”, porque ante una tanqueta y un soldado armado de
responsabilidad delegada, que espera un ascenso acorde con su voluntad
represiva, palabras como “derecho”, “justicia”, “libertad” son apenas sonrojos
púberes sin significado practico.
Porque
hay que ver la fragilidad del texto constitucional frente a un fusil ruso de
largo alcance, sobre todo si lo porta un energúmeno como aquel que gritara al
aterrorizado estudiante adolescente, que le recitó su derecho a la protesta: -
“a mí me sabe a mierda tu constitución”, y siguió pateándolo con toda la
extensión de su materna brutalidad. Porque, hay que estar claros en esto, la
constitución es un pacto de caballeros, para los salvajes nada significa, es
como la Biblia para los indígenas post colombinos, que al decirles los frailes
que era la palabra de Dios, se la pegaban al oído y como no escuchaban nada, la
tiraban al monte.
¿Qué
puede significar la constitución para hombres de la edad media como el extinto
o Maduro o Diosdado, para no mencionar al cagalitroso de Fidel o al mariposón
de Raúl. Y aunque sigo pensando – no creyendo – que esta constitución es un
bodrio presidencialista que devuelve el fuero a los militares, abolido por Páez
en 1830, es el conjunto de leyes fundamentales que definen el régimen político
de esta nación y de sus instituciones, es decir es el contrato político que
norma la relación del estado con los ciudadanos, cuyo artículo 7 la consolida
como “la norma suprema y el fundamento del ordenamiento jurídico” de la
república, y está en plena vigencia, aunque por decisión de un pequeño sector
de venezolanos que la votaron sin tener la menor idea de lo que hacían, pero en
ella se fundamenta el estado de derecho y de justicia que rige las acciones del
gobierno, que, según el artículo 6 “es y será siempre democrático,
participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable, pluralista
y de mandatos revocables”.
En
ninguna parte dice “fascista – socialista, comunista, que es la misma ideología
criminal - sectario, golpista, centralista, unívoco y para siempre jamás”. Por
lo tanto, cuando el presidente define su gobierno como “revolución” y confiere
al estado preeminencia “socialista”, está violando la Constitución, es decir,
la está derogando por medios distintos al previsto en ella, y para monstruosidades
inconstitucionales como estas, la propia constitución en su artículo 333 exige
a “todo ciudadano investido o ciudadana investida o no de autoridad, el deber
de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia”.
La
constitución violable
Se
cuenta por allí que Fidel envió al difunto una larga misiva con instrucciones
para la dominación social, que incluía el desabastecimiento y el apoyo del
hampa, y en ella le explicaba como a través de la violación sistemática de la
constitución la convertiría en un mamotreto risible sin ningún apoyo popular. Y
el consejo fue seguido al pie de la letra, lo que le sirvió para abolir la
descentralización, minimizar los alcances internacionales en materia de
derechos humanos – aunque es un elemento muy sensible en el mundo de hoy -
militarizar la presidencia y la administración pública, anular los efectos de
la elección popular de alcaldes y gobernadores, convertir las FANB en apéndices
armados del partido de gobierno, imponer el poder popular que le endosa al
presidente la soberanía idem; y cuando perdió el referendo para crear el estado
comunista cubano, aunque por escaso margen, tal la ignorancia de este pueblo,
tomó el camino verde de la legislación arbitraria para imponer sus desvaríos
castristas, como las comunas como unidad primaria de la división política del
territorio, en sustitución de los municipios.
Pero,
además, desmontó el concepto de separación de los poderes públicos, para lo
cual contó con la opinión de una eficaz camarada, en funciones de magistrada,
que aseguró que “la
división de poderes debilita al estado”, gravedad que, salvo algunas voces sin
coloratura, pasó casi desapercibida, a pesar de anunciar vientos de dictadura,
pues esta nueva doctrina derrumba uno de los más firmes pilares que sustentan
la democracia, así como se pateó el concepto de la alternabilidad para conceder
eternidad, por la gracia del CNE, al único, insustituible y sin ombligo,
comandante de todas las galaxias descubiertas y por descubrir, sujeto que al
morir, como cualquier hijo de la india Petra que se someta a la seudociencia
cubana, dejó de todo menos grandeza.
En
conclusión
Así
que, aunque este deforme gobierno lo ignore, por desprecio constitucional, las
protestas que se están desarrollando, literalmente, en todo el territorio
nacional, tienen sustento en la Carta Magna, sobre todo en lo referente a la seguridad
alimentaria, la institucionalidad de las fuerzas armadas, la soberanía nacional
vilmente vulnerada, la seguridad personal, la propiedad privada, y, en fin, por
el cumplimiento de los principios, derechos y deberes reconocidos y consagrados
en la Constitución, que es la artillada
quema tanquetas de la razón democrática. Aunque usted no lo crea.
Rafael
Marrón González
0 comentarios:
Publicar un comentario