He sostenido, sostengo y sostendré que tanto Pinohet como Fidel Castro son despreciables deformidades, éticas y morales, para el degredo de la historia, junto a Stalin y Lenin, Mussolini y Hitler y Juan Vicente Gómez, Juan Domingo Perón, Juan Velasco Alvarado, Pérez Jiménez, por no citar a Pol Pot ni a los Kim Il Sung, padre e hijo y los infames dictadores argentinos post - Perón, entre la gama de depredadores de izquierda y de derecha – en realidad eslabonados por el ladronismo congénito y el odio a la humanidad, que el mundo ha debido soportar en nombre de alguna idiotez ideológica que permita la permanencia indefinida en el disfrute del poder de alguna camarilla de mal nacidos con insuficiencia democrática.
Sin embargo, crímenes aparte, hay una enorme diferencia entre Fidel y Pinochet, mientras el primero, un estatista desaforado, sumió a Cuba en la miseria más hórrida y 51 años después – desplazado por una incontinencia fecal - su sucesor Raúl Castro se ve obligado a reconocer “que Cuba no ha superado aún el "periodo especial" – iniciado en 1959 – con su precariedad salarial y escasa productividad; el segundo fue el dinamo del llamado por Milton Friedman, “Milagro chileno”, que en 17 años, a pesar de enfrentar dos crisis financieras, una de ellas mundial - dotó a su país de un modelo económico de libre mercado y fortalecimiento de la actividad privada que llevó a Chile hasta a competir con sus vinos en el mercado europeo, modelo que fue heredado por sus sucesores socialcristianos y reformistas socialistas en coalición, que, de manera inteligente, continuaron aplicando durante veinte años – de Patricio Alwin a la Bachelet - hasta derivar en el Chile de hoy en día, que, sin estar exento de contradicciones sociales, avanza firmemente hacia el Primer Mundo – pese al devastador terremoto que acaba de sufrir que afecta en un punto su PIB - de la mano de un economista liberal, formado en Harvard y exitoso empresario; de hecho, Chile se convertirá en el primer miembro pleno de la OCDE en Sudamérica y segundo en Latinoamérica, después de México, “debido al reconocimiento en los avances económicos de las últimas décadas, desarrollo social y fuerte reestructuración institucional, que lo ha llevado a ubicarse en la treintena de miembros de esta organización, que agrupa a las principales economías industrializadas del mundo”.
Y esa fue la receta, con ingredientes propios como eliminación: del régimen de cambios diferenciales, de restricciones para las tasas de interés, de subsidios y de controles de precio, así como el incremento de los precios de la gasolina, que la ignorancia manumisa le impidió aplicar a Carlos Andrés Pérez en su segundo gobierno – penetrado ya de la verdad frente al empobrecedor populismo de su primer gobierno - y que la idiotez celebra - y hasta la oposición oficial reivindica - como hito revolucionario y eso que fue tímida su aplicación para evitar el shock que la tremenda fuerza de la dictadura pudo aplicar en Chile – sin estallidos sociales - para bien de esa nación. El remedio maluco suele ser el que sana. Pero los pueblos parasitados prefieren la enfermedad a la cura, por el pobrecitismo que segrega.
Ni Pinochet ni Fidel
Los tipos de “izquierda – buena onda ellos – no tienen escrúpulos en postrarse como vestales rendidas ante los criminales dictadores militaristas de izquierda – “en todos los países se violan los derechos humanos” - pero les da “cosa” los criminales dictadores militaristas de derecha.
Si vamos a condenar los crímenes políticos, seamos, por lo menos, caballeros y reconozcamos que Lenin fue un asesino incomparable. Ni Nerón tuvo tan bajos instintos. Y condenemos a ambos con igual coraje. Ni Pinochet ni Fidel.
Y vamos a poner las cosas en perspectiva histórica: El siglo XX – con aguijón clavado en el XXI - nos dejó la impronta de cien millones de muertos y una larguiancha estela de ruina y miseria en 80 años de gobiernos socialistas - cuyo fracaso pivota en negarse a reconocer que los derechos del hombre – como individuo y como persona - son anteriores al Estado - como para poder tener una visión de conjunto del asunto.
Insistir en solapar la realidad de los logros del capitalismo – sistema socialmente perfectible, por supuesto - en el mundo – incluyendo a China – con el argumento de la explotación y la exclusión es ya obcecación de tarados o hipocresía oportunista.
Y si algo me indigna es precisamente la mentira de aquellos que obvian que Venezuela ha tenido 52 años de gobiernos socialistas - cual más populista – y la pobreza ha crecido en escala directamente proporcional a la fortuna de los burócratas que se benefician con sus familiares y compinches de las prebendas del poder socialista en el cual llevar un Bsf de servicios públicos a los más humildes produce riquezas y privilegios inconcebibles mientras lanzan migajas a la pobreza desde sus carrozas de reinas pepeadas de la “justicia social”, por eso esa bandera no puede ser arriada porque se acabaría la gozadera que su invocación genera.
Y en esos años, gracias a las políticas públicas de los regimenes liberales, la pobreza del mundo ha disminuido: “La pobreza absoluta (no la relativa, siempre somos más pobres que “alguien”) se redujo del 40% al 21% a nivel mundial desde 1981 hasta la fecha.
Es tal vez uno de los fenómenos humanos más importantes de la historia” (Juan Fernando Carpio) – logro opacado por la alharaca de los loros socialistas que fracasan en todo, pero como alborotan y repiten sandeces sobre la solidaridad internacional, enunciado desmontado por la realidad del África negra que evidencia la perversión tras la acrítica filantropía mundial que financia gobernantes asesinos y destruye la productividad: Alguien debe detener esa idiotez si en verdad se quiere ayudar a ese sufrido pueblo, como exige el joven economista keniata, James Shikwati.
Y así, mientras la pobreza se reduce drásticamente – en, por ejemplo, Europa – donde ya no hay emigración - Asia (China, Hong Kong, Macao, Taiwán, Malasia, Tailandia, Filipinas, Corea del Sur, Japón, Rusia), el subcontinente arábigo, Australia… - en nuestra postiza América Latina que, según epitafio del fidelorrágico Gabriel García Márquez, “o será socialista o no será” - lo que desdice su supuesta condición intelectual, pues debió decir “o será productiva o no será”, porque ser mendigo no es un destino – en la cual existen países inviables como Haití, por citar sólo el caso más dramático - que debe ser asociado a alguna nación desarrollada, sino pregúntenle a Puerto Rico - la pobreza es una ecuación perversa de ignorancia con explotación política.
Liberalismo Siglo XXI: La única opción
Libertad económica con racionalidad social es la propuesta para superar la pobreza en tránsito e impedir que la miseria destruya a los pobres fijos por acción incontrovertible de la naturaleza humana.
Así que, frente a ese imposible socialismo, fracasado a escala histórica, el liberalismo del siglo XXI (cuyo lema popular es “quien trabaja no come paja”) bajo la premisa de gobierno mínimo, economía de libre mercado, sociedad de bienestar – frente al “Estado de Bienestar” - teniendo como centro al individuo ético y productivo (a través del trabajo, del estudio y de la responsabilidad) como célula fundamental de la sociedad, propone el acceso proporcional a la riqueza – quien produce más gana más y quien quiera ser más que otro, pues que haga más – mediante la expansión de la propiedad privada, la meritocracia (o merecimiento) – cada quien según sus conocimientos - la solidaridad orgánica – la que identifica las potencialidades ajenas y ayuda a desarrollarlas – pero dando el pescado a quienes no puedan aprender a pescar, es decir focalizado el asistencialismo oficial exclusivamente en casos específicos – niños en riesgo, madres en precariedad, ancianos, indigentes, es decir pobres fijos – lo que significa que el liberalismo siglo XXI debe cubrir derechos sociales fundamentales como salud y educación para la productividad desde los primeros años, como condición previa para un mejor ejercicio de la libertad, según los postulados de Bobbio, pero hasta que todos los ciudadanos estén incorporados a la sociedad de bienestar que se irá institucionalizando en el proceso.
En conclusión
Venezuela es un país con grandes recursos que han generado miseria estructural, delincuencia y apagones. El sentido común obliga a reflexionar sobre las causas de tal paradoja. O liberalizamos la economía y subordinamos a ella la política o perdemos para siempre - como los países comiquitas del socialismo que muerden la mano que los alimenta - la posibilidad de ser realmente nación libre y soberana por la actitud proclive a la productividad de su gente.
Sin embargo, crímenes aparte, hay una enorme diferencia entre Fidel y Pinochet, mientras el primero, un estatista desaforado, sumió a Cuba en la miseria más hórrida y 51 años después – desplazado por una incontinencia fecal - su sucesor Raúl Castro se ve obligado a reconocer “que Cuba no ha superado aún el "periodo especial" – iniciado en 1959 – con su precariedad salarial y escasa productividad; el segundo fue el dinamo del llamado por Milton Friedman, “Milagro chileno”, que en 17 años, a pesar de enfrentar dos crisis financieras, una de ellas mundial - dotó a su país de un modelo económico de libre mercado y fortalecimiento de la actividad privada que llevó a Chile hasta a competir con sus vinos en el mercado europeo, modelo que fue heredado por sus sucesores socialcristianos y reformistas socialistas en coalición, que, de manera inteligente, continuaron aplicando durante veinte años – de Patricio Alwin a la Bachelet - hasta derivar en el Chile de hoy en día, que, sin estar exento de contradicciones sociales, avanza firmemente hacia el Primer Mundo – pese al devastador terremoto que acaba de sufrir que afecta en un punto su PIB - de la mano de un economista liberal, formado en Harvard y exitoso empresario; de hecho, Chile se convertirá en el primer miembro pleno de la OCDE en Sudamérica y segundo en Latinoamérica, después de México, “debido al reconocimiento en los avances económicos de las últimas décadas, desarrollo social y fuerte reestructuración institucional, que lo ha llevado a ubicarse en la treintena de miembros de esta organización, que agrupa a las principales economías industrializadas del mundo”.
Y esa fue la receta, con ingredientes propios como eliminación: del régimen de cambios diferenciales, de restricciones para las tasas de interés, de subsidios y de controles de precio, así como el incremento de los precios de la gasolina, que la ignorancia manumisa le impidió aplicar a Carlos Andrés Pérez en su segundo gobierno – penetrado ya de la verdad frente al empobrecedor populismo de su primer gobierno - y que la idiotez celebra - y hasta la oposición oficial reivindica - como hito revolucionario y eso que fue tímida su aplicación para evitar el shock que la tremenda fuerza de la dictadura pudo aplicar en Chile – sin estallidos sociales - para bien de esa nación. El remedio maluco suele ser el que sana. Pero los pueblos parasitados prefieren la enfermedad a la cura, por el pobrecitismo que segrega.
Ni Pinochet ni Fidel
Los tipos de “izquierda – buena onda ellos – no tienen escrúpulos en postrarse como vestales rendidas ante los criminales dictadores militaristas de izquierda – “en todos los países se violan los derechos humanos” - pero les da “cosa” los criminales dictadores militaristas de derecha.
Si vamos a condenar los crímenes políticos, seamos, por lo menos, caballeros y reconozcamos que Lenin fue un asesino incomparable. Ni Nerón tuvo tan bajos instintos. Y condenemos a ambos con igual coraje. Ni Pinochet ni Fidel.
Y vamos a poner las cosas en perspectiva histórica: El siglo XX – con aguijón clavado en el XXI - nos dejó la impronta de cien millones de muertos y una larguiancha estela de ruina y miseria en 80 años de gobiernos socialistas - cuyo fracaso pivota en negarse a reconocer que los derechos del hombre – como individuo y como persona - son anteriores al Estado - como para poder tener una visión de conjunto del asunto.
Insistir en solapar la realidad de los logros del capitalismo – sistema socialmente perfectible, por supuesto - en el mundo – incluyendo a China – con el argumento de la explotación y la exclusión es ya obcecación de tarados o hipocresía oportunista.
Y si algo me indigna es precisamente la mentira de aquellos que obvian que Venezuela ha tenido 52 años de gobiernos socialistas - cual más populista – y la pobreza ha crecido en escala directamente proporcional a la fortuna de los burócratas que se benefician con sus familiares y compinches de las prebendas del poder socialista en el cual llevar un Bsf de servicios públicos a los más humildes produce riquezas y privilegios inconcebibles mientras lanzan migajas a la pobreza desde sus carrozas de reinas pepeadas de la “justicia social”, por eso esa bandera no puede ser arriada porque se acabaría la gozadera que su invocación genera.
Y en esos años, gracias a las políticas públicas de los regimenes liberales, la pobreza del mundo ha disminuido: “La pobreza absoluta (no la relativa, siempre somos más pobres que “alguien”) se redujo del 40% al 21% a nivel mundial desde 1981 hasta la fecha.
Es tal vez uno de los fenómenos humanos más importantes de la historia” (Juan Fernando Carpio) – logro opacado por la alharaca de los loros socialistas que fracasan en todo, pero como alborotan y repiten sandeces sobre la solidaridad internacional, enunciado desmontado por la realidad del África negra que evidencia la perversión tras la acrítica filantropía mundial que financia gobernantes asesinos y destruye la productividad: Alguien debe detener esa idiotez si en verdad se quiere ayudar a ese sufrido pueblo, como exige el joven economista keniata, James Shikwati.
Y así, mientras la pobreza se reduce drásticamente – en, por ejemplo, Europa – donde ya no hay emigración - Asia (China, Hong Kong, Macao, Taiwán, Malasia, Tailandia, Filipinas, Corea del Sur, Japón, Rusia), el subcontinente arábigo, Australia… - en nuestra postiza América Latina que, según epitafio del fidelorrágico Gabriel García Márquez, “o será socialista o no será” - lo que desdice su supuesta condición intelectual, pues debió decir “o será productiva o no será”, porque ser mendigo no es un destino – en la cual existen países inviables como Haití, por citar sólo el caso más dramático - que debe ser asociado a alguna nación desarrollada, sino pregúntenle a Puerto Rico - la pobreza es una ecuación perversa de ignorancia con explotación política.
Liberalismo Siglo XXI: La única opción
Libertad económica con racionalidad social es la propuesta para superar la pobreza en tránsito e impedir que la miseria destruya a los pobres fijos por acción incontrovertible de la naturaleza humana.
Así que, frente a ese imposible socialismo, fracasado a escala histórica, el liberalismo del siglo XXI (cuyo lema popular es “quien trabaja no come paja”) bajo la premisa de gobierno mínimo, economía de libre mercado, sociedad de bienestar – frente al “Estado de Bienestar” - teniendo como centro al individuo ético y productivo (a través del trabajo, del estudio y de la responsabilidad) como célula fundamental de la sociedad, propone el acceso proporcional a la riqueza – quien produce más gana más y quien quiera ser más que otro, pues que haga más – mediante la expansión de la propiedad privada, la meritocracia (o merecimiento) – cada quien según sus conocimientos - la solidaridad orgánica – la que identifica las potencialidades ajenas y ayuda a desarrollarlas – pero dando el pescado a quienes no puedan aprender a pescar, es decir focalizado el asistencialismo oficial exclusivamente en casos específicos – niños en riesgo, madres en precariedad, ancianos, indigentes, es decir pobres fijos – lo que significa que el liberalismo siglo XXI debe cubrir derechos sociales fundamentales como salud y educación para la productividad desde los primeros años, como condición previa para un mejor ejercicio de la libertad, según los postulados de Bobbio, pero hasta que todos los ciudadanos estén incorporados a la sociedad de bienestar que se irá institucionalizando en el proceso.
En conclusión
Venezuela es un país con grandes recursos que han generado miseria estructural, delincuencia y apagones. El sentido común obliga a reflexionar sobre las causas de tal paradoja. O liberalizamos la economía y subordinamos a ella la política o perdemos para siempre - como los países comiquitas del socialismo que muerden la mano que los alimenta - la posibilidad de ser realmente nación libre y soberana por la actitud proclive a la productividad de su gente.
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