Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

7 de junio de 2010

DICCIONARIO CHAVISTA

III

Democracia

Durante la época de la Guerra Fría los periodistas pro izquierda acuñaron el término “democracia popular” para referirse a las feroces dictaduras comunistas, totalmente antagónicas al concepto de democracia. Y así el criminal Fidel Castro es demócrata.

Por ello Chávez, y los chavistas, aunque restringen la libertad de expresión mediante leyes de desacato insertas en la Ley de Contenidos y la Reforma del Código Penal, continúan insistiendo en que su gobierno es democrático “porque ha ganado más elecciones que ningún otro”, como las gana Fidel en Cuba.

Aunque es cierto que las elecciones son uno de los tres pilares de la democracia, no es menos cierto que no puede existir la democracia sin la debida separación y autonomía de los poderes públicos y la alternabilidad constitucional en el ejercicio de la autoridad que el propio Chávez se ha encargado de negar.

Aunque los chavistas intentan desesperadamente por mantener una fachada de formalidad democrática, ya en el planeta se sabe que el Jefe de todos los poderes es Chávez y punto.

Que espléndidos especímenes de la incondicionalidad lacaya de vocación Guiness han propuesto la reforma constitucional para que Chávez se reelija las veces que su augusta y nunca bien ponderada real gana le venga a capricho. Y que la “idología” chavista se ha ido apoderando de todas las instancias de la sociedad, por vías de hecho o de derecho ad hoc, con la finalidad de controlar la institucionalidad civil venezolana e imponer el pensamiento único que los chavistas llaman igualdad.

Chávez suele apelar a la Constitución para invocar el supuesto carácter “participativo” de su “democracia”. Para él “participar” es aplaudir aborregadamente sus designios infalibles, inapelables e indiscutibles. Así que cuando ellos hablan de democracia se refieren a cerrar filas tras un régimen personalista, unívoco y totalitario que guiará a la nación hacia el mar de la felicidad cubano.

Para nosotros, la oposición, la democracia carece de adjetivos, es democracia y punto y su definición es: Sistema político, cuyos gobiernos están sujetos a las normas constitucionales establecidas por la ciudadanía en el libre ejercicio de su soberanía, que profesa y garantiza el respeto a los derechos fundamentales y libertades públicas de la persona humana con énfasis en la libertad política, civil y personal, regido por los principios capitales de la división y equilibrio de los poderes y consagrado a producir la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política.

Oligarquía

Chávez ataca sin piedad a la oligarquía, viejo fantasma de sus días infantiles cuando lo reclutaron los comunistas para penetrar las Fuerzas Armadas, según ha confesado, entre otros, Pablo Medina, atribuyéndole la culpa de todos los males que sigue sufriendo Venezuela luego de sus once desastrosos años de gobierno ineficiente y corrupto.

Y los chavistas, que repiten lorificadamente cuanto disparate se le ocurre en su hemorragia verbal a Chávez, siguen diciendo que “oligarca” es quien controla con su poder económico al Estado, y que esa actual imposibilidad sigue existiendo en Venezuela porque Chávez controla todos los poderes y sus más ocultos resquicios institucionales, negando la esencia de su propia realidad.

Es bueno, aunque no se lo merezcan, sacarlos del error, por lo menos para que no sigan causando risa por el mundo. Señores chavistas, si se atreven, díganle a Chávez, aunque sé que ustedes no tienen carácter para eso, que la definición de oligarquía cambió hace años.

Que hoy en día oligarquía es “sistema político en el cual la soberanía es detentada por un pequeño número de individuos que gobiernan en su propio interés y tiende a perpetuar el status privilegiado de sus miembros”. O sea, que oligarquía es el grupito poderoso que conforman Chávez y su cerrado entorno militar-cívico-Fidel, y ustedes son la masa ingenua que los sustenta a cambio de migajas masticadas. De nada.

Misión

Muchos jóvenes políticos democráticos sienten el impulso de admirar algunas de las “misiones” del gobierno de Chávez, como la Misión barrio Adentro, por ejemplo. La verdad es que pareciera una sincera muestra de su preocupación por lo pobres, sino fuera por tres elementos significativos: su trasfondo ideológizante, su implementación con médicos/milicianos comunistas cubanos, esclavos por convicción o por chantaje, que constituyen un frente de guerra interno para lanzarlo sobre los venezolanos si la oposición se recrudece, y a la vez para resolverle un problema económico a Fidel, y, tercero, porque constituyen un operativo desarticulado del sistema de salud formal tendente a destruir si institucionalidad.

Los médicos cubanos deben remitir a los enfermos que superan su precaria competencia a los hospitales, en los cuales, salvo el humano, no hay recursos de ningún tipo.

Y así las misiones educativas, que son la perversa respuesta a nuestra oposición al decreto 1.011. Chávez se inflama de fervor al anunciar que hay tres millones de participantes, pagados, en las misiones educativas, pero no dice que en el sistema formal hay ¡siete millones!, que no cobran por estudiar.

Y que mientras en este último invierte 80 $ por alumno, en las misiones dilapida, entre pitos y flautas, 1.200 $. Así que, mientras para el chavismo la voz “misión” define operativos ideologizantes desarticulados con demagogos fines electorales, y de rapiña, por la corrupción que deriva de la discrecionalidad, para nosotros “misión” ha sido y será la organización institucional de la República.

Populismo

Una vez le comentaba a una amiga periodista, adversaria del populismo, que en puridad de razón existía un “populismo bueno”, como la educación gratuita en todos los niveles del sistema, una red hospitalaria pública bien dotada y de primera calidad, un trasporte público decente debidamente subsidiado, la dotación a las comunidades de viviendas dignas a costos accesibles para el asalariado, y la atención integral a los más débiles de la sociedad, aquellos a quienes se refería la Madre Teresa cuando decía que había que darles el pascado porque no podían pescar ni aprender a hacerlo.

El populismo malo, el que con toda razón adversa mi amiga, es el que castra el desarrollo del individuo impidiéndole alcanzar el progreso por sus propios medios, convirtiéndolo en un parásito del Estado.

¿Cuál de los dos es el populismo de Chávez? Después de once años en el poder la respuesta está a la vista. Todos los indicadores, incluso los suyos, señalan que el populismo bueno está en el suelo, desmantelado y ausente.

Las escuelas públicas y los hospitales dan vergüenza, el trasporte es un asco, y si hablamos de viviendas, cualquier gobierno de cinco años de la democracia, incluyendo a Betancourt y a Leoni, le dan una paliza a Chávez en ese rubro.

En ¡once años de gobierno, con los más cuantiosos recursos de la historia, este gobierno inepto apenas puede contabilizar 98.000 casitas, muchas de las cuales se han desplomado por mala praxis! Así que el populismo de Chávez es el perverso, el que usan los que quieren el poder como fin. El que le ofrece a un pueblo confundido y esperanzado, a cambio de su incondicionalidad y de su dignidad, el progreso sin desarrollo.

En este populismo chavista, o fidelista o comunista, no hay competencia ni mérito, pura solidaridad. A menor esfuerzo igual utilidad y viva la Pepa.... mientras duren los reales. Siempre es amargo el despertar del pueblo con este populismo que Chávez ha llevado hasta el delirio.

Sensibilidad social

Esta frase emocional ha derivado en “sensiblería social”, cursilería que se ha impuesto en el léxico de la política latinoamericana. Los chavistas, con Chávez a la cabeza, se han erigido en los paladines de la “sensiblería social”.

Todo pobre lo es porque un oligarca le quitó su oportunidad. Bajo la visión “sensible” o emocional el combate a la pobreza excluye al pobre de la solución de sus problemas, de los cuales él tiene, dándole descuento, un 50 % de responsabilidad. Todo queda en manos del Estado paternalista que lo resuelve todo.

No han entendido que el fracaso de la democracia fue precisamente por eso. Cuando los reales dejaron de alcanzar para todos fue posible Chávez, que no ha tenido otra explicación para su popularidad que los altos precios del petróleo, que si se hubieran mantenido como los tuvo Caldera II ya estaría defenestrado. Ningún país puede mantener a una población improductiva, llámese Unión Soviética o Venezuela. Este es un país en el que el estudio y el trabajo han generado miseria por la irresponsabilidad de sus usuarios - una muestra de este aserto lo tenemos en la inmensa cantidad de hogares sin padre que sufre Venezuela - que no han entendido, ni nadie les ha dicho con la contundencia necesaria, que el fin último del trabajo es la familia y que sin responsabilidad consigo, con los suyos y con la sociedad, no habrá jamás progreso, porque éste deriva del desarrollo individual que lleva a cada cual a recibir según sus capacidades.

Así que mientras el chavismo fundamenta su óptica sobre la pobreza en la “sensibilidad social”, para nosotros es, y debe ser fundamentada en la “racionalidad social”, en la cual la responsabilidad del individuo es un factor determinante para que el estudio y el trabajo produzcan bienestar.

Inclusión

En una población donde cada vez hay más excluidos, como lo demuestra el hecho de que cada año hay más pobres según las estadísticas del propio gobierno, la palabra “inclusión” suena como un sarcasmo en la voz de los jerarcas que llevan más de once años en la conducción de la totalidad del Estado oficial y paralelo. Para los chavistas “inclusión” es inscribir en las filas del PSUV a los depauperados aclamacionistas que no firmaron a favor del revocatorio.

Estos últimos quedan excluidos para siempre de las bondades del gobierno, lo que deja fuera de la generosidad irresponsable chavista, a más del 50 % de la ciudadanía. Y también significa “inclusión, para el chavismo, porque Chávez es chavista, acceder al progreso sin desarrollo, es decir, el ascenso de la mediocridad.

Y así vemos como se disuelve la institucionalidad formal del Estado en un marasmo de ineficiencia, corrupción e ineptitud. Para nosotros, los demócratas, inclusión es posibilidad de participar todos, en igualdad de condiciones, en las oportunidades que brinda la civilización, respetando los méritos individuales.

Educación

Si partimos del ejemplo de Cuba, factor “idológico” del chavismo, país que tiene como blasón su educación pero que ésta no ha servido para la movilidad social ni para el ascenso individual ni para el progreso de la nación, sino para formar borregos castrados cuyo único fin es la adoración perpetua a Fidel que se llena de orgullo diciendo que sus prostitutas son las más cultas del continente, tenemos suficientes razones para establecer una diferencia sustancial entre lo que el chavismo entiende por educación y lo que nosotros, los demócratas, propugnamos.

Para ellos educar es “idologizar” para crear sustentos del poder como fin. Para nosotros educar es, y, en todo caso, debe ser, la vía para desarrollar las potencialidades naturales del individuo que le permitan a la sociedad, integrada por especificidades, ascender hacia el progreso. Continuará…
Rafael Marrón González

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