I
Como nos estamos enfrentado a un modelo inédito de totalitarismo eleccionario, que usa términos populares o de intención popular, con el propósito de generar el afecto acrítico del pueblo, sometido a una aduldolescencia provocada por el asistencialismo estatal a través de operativos organizados que sustituyen la formalidad institucional de la república, llamados con el término cuartelario de “misiones”, es imprescindible conocer a profundidad el significado chavista de las voces sociopolíticas que usan en su discurso demagógico y compararlo con su definición real, para no incurrir en la confusión de suponernos identificados de alguna manera con este régimen antidemocrático, excluyente, fascista, oligarca y antinacional.
Pueblo
Cuando Chávez, o el chavismo, dice “pueblo” ¿a qué se refiere? ¿Al pueblo venezolano como unidad sociocultural sujeto de idénticos derechos y deberes? ¿Al segmento general más empobrecido de la población con prescindencia del resto? ¿Exclusivamente a la masa aclamacionista integrada por sus seguidores? ¿Al pueblo cubano y cubanófilo? Desde su primer discurso político Hugo Chávez ha estimulado el odio de una parte de la población contra la otra generando una división que alcanzado niveles irreconciliables, colocando a la nación en el borde de una guerra civil.
En su desconocimiento de la urdimbre social del pueblo venezolano, creyó que esta división sería horizontal, a la mejor usanza de pobres contra ricos, pero la realidad lo ha colocado en un proceso revisionista que preocupa al radicalismo de su proyecto hegemónico. La división fue vertical. En cada lado hay pobres, clase media y ricos. Analfabetas, semi cultos y profesionales. Mujeres y hombres de todas las edades. Rurales y urbanos. Capitalinos y provincianos.
Solamente entre los intelectuales existe una unidad opositora que no ha podido quebrantar el chavismo, salvo por microscópicas disidencias resentidas que aprovechan la confusión para pescar en río revuelto y hacerse de ambicionadas atalayas de venganza personal, lo que en realidad las aleja de la definición intelectual.
La irrefutable prueba de este aserto la tenemos con el caso de los damnificados del último atentado de la naturaleza, devastador por la ineficiencia del gobierno, cuando se “pasaba” por la lista fascista de Luis Tascón, las cédulas de los desgraciados antes de darle la limosna, que había enviado el pueblo venezolano, si la cédula aparecía entre los firmantes se le negaba el auxilio. Despreciable práctica propia de degenerados. Esta división excluye, entonces, a las dos primeras interrogantes.
Para Chávez “pueblo” no es la nación ni todo el segmento depauperado. Por lo tanto solo se refiere a sus aclamacionistas cubanófilos desclasados, que le permiten envolver en masa popular su entreguismo al régimen de Fidel Castro. Debemos estar claros, por lo tanto, que para nosotros, los opositores del régimen, “pueblo” significa nación venezolana única e indivisible. Incluyendo chavistas. Todos los chavistas.
Magnicidio
Según el Drae “magnicidio” es “muerte violenta dada a una persona muy importante por su cargo o poder”. Cuando los chavistas, y Chávez, hablan de “magnicidio”, y dada la circunstancia de que en toda la historia republicana de Venezuela que data de 1830 a la fecha, solamente ha ocurrido un magnicidio, de una torpeza inédita, hace 50 años, y un solo atentado contra un jefe de Estado, hace 40, ¿a qué se refieren? ¿A que Chávez es una persona muy importante dotada de poder? ¿A una infalible fórmula emocional para exacerbar los ánimos de sus seguidores y mantenerlos estimulados en la lid callejera “patria o muerte”? ¿Para distraer a la oposición y a la opinión pública nacional e internacional de los graves problemas que la ineptitud y corrupción del régimen han agravado en seis años de gobierno? ¿Para incitar a sus extremistas a asesinar opositores sospechosos de magnicidas, o sea, a todos? La respuesta a estas interrogantes la chismeó Rodríguez Araque ante la OEA.
Luego de denunciar al Presidente de la primera potencia del mundo de intenciones magnicidas, sin presentar una sola prueba, y ante la estupefacción general, salió tranquilamente, no a romper relaciones con los Estados Unidos como hubiera hecho cualquier gobierno que se respete, sino a reunirse con los políticos de esa nación para convencerlos de que Venezuela es un suplidor petrolero confiable y sumiso y eximio pagador de la deuda externa.
¡Cosas veredes amigo Sancho! La oposición debe cesar de una vez por todas de cerrar filas frente a las provocaciones de Chávez. Cuando el horroroso homicidio de Danilo Anderson fui la única voz opositora que se opuso públicamente a la teoría del acto terrorista y dije que era un ajuste de cuentas.
Chávez necesita, como el oxígeno, como todo autócrata ineficiente, el escándalo, el conflicto, le denuncia temeraria, su pelea contra cualquier Goliat, así éste esté ocupado con su propio David. Nosotros, como cultura, no somos magnicidas. Y Chávez lo sabe a ciencia cierta. Así que para él “magnicidió” es el eficaz sustituto del grito “al ladrón, al ladrón”, que le permite al ladrón desviar la atención para poder escapar. Ni una embestida más a ese deslucido trapo rojo ¿o ya es rosado?
Bolivarianismo
Cuando Chávez o el tenebroso Mono Jojoy dicen “bolivarianismo” ¿a qué se refieren? ¿Al pensamiento liberal de Bolívar basado en la libertad, igualdad ante la ley y propiedad privada? Fidel Castro develó el misterio de manera contundente al expresar sin ambages: “Lo que ustedes llaman “bolivarianismo” nosotros lo llamamos socialismo”.
Y ya sabemos lo que socialismo significa en voz de Fidel, cuya última hazaña “socialista” ha sido prohibir, so pena de prisión, al pueblo cubano que hable con turistas. Para hacerlo debe pedir un permiso con 72 horas de antelación al CDR respectivo que presenciará la conversación. ¿Será la manera de impedir que sus mujeres practiquen la prostitución sin darle la parte del chulo? Bolívar, como icono popular de unidad nacional que solo puede querer el bien para su nación, ha sido usado por cualquier cantidad de inescrupulosos para cometer desafueros en su nombre.
Por ello el “bolivarianismo” es histórico, no político. La memoria de Bolívar debe ser asumida por la oposición democrática venezolana para rescatarla del contrasentido totalitario a la que la ha sometido el chavismo. La ideología de Bolívar solo puede relacionarse con la libertad. Ningún régimen dictatorial comunista o de derecha puede identificarse con su nombre. Bolívar es el símbolo de unidad de la nación venezolana, y no puede serlo, por lo tanto, de quienes nos han dividido.
Justicia Social
Insisto en que no estoy de acuerdo con la moda de adjetivar la justicia, por el peligro que entraña para las libertades públicas poner en manos de un tirano la posibilidad de justificar su represión con populismo.
La justicia, la libertad y la democracia carecen de adjetivos y de divisiones. Son entidades políticas transmutadas en Derechos Humanos inalienables. Todo ciudadano, por el hecho de nacer debe estar cobijado por esa trilogía indivisible.
Sin embargo, para el propósito que nos ocupa, hay que preguntar ¿qué es para el chavismo “justicia social”? Durante seis largos años hemos presenciado el populismo más degradante, inclusive delictual, bajo la consigna de la “justicia social”, reducida por el chavismo a la repartición irresponsable y dispendiosa de la riqueza rentista, sin crearla, lo que genera una masa de limosneros violentos que revertirá contra el chavismo en su momento, cuando deje de alcanzar la pitanza.
El espectáculo de largas colas de personas que amanecen en algunos bancos para cobrar mensualidades atrasadas de esta piñata petrolera, flanqueados por agresivos agentes del orden público, peinilla desenvainada en mano, es preludio de difíciles momentos para ellos.
En su oportunidad los adecos practicaron la misma forma de “justicia social” pero llenando a reventar de burócratas a la administración pública, sobre todo en el Ministerio de Educación porque la gente pedía “empléeme de lo que sea, así sea de maestro”.
La justicia, así sin adjetivos, para nosotros significa el progreso social nacional por el desarrollo integral de los individuos alcanzado por el goce efectivo de los derechos constitucionales, la igualdad de oportunidades para todos, pero cada cual según sus capacidades, con servicios públicos eficientes y dignos, educación de primera calidad, seguridad social y civil, paz y empleo equitativamente remunerado, en una palabra compromiso del Estado con el individuo y la sociedad.
Unidad
Muchos partidos de oposición se quejan de la imposibilidad de crear una unidad artificial para enfrentar la monolítica unidad chavista. Lo que no perciben estos amigos es que la disidencia ideológica y operativa es la síntesis de la democracia.
Para el chavismo “unidad” significa “pensamiento único” traducido en el chambonismo “aquí mando yo y al que no le guste que se vaya”. Pero ellos también tienen profundas disidencias, y no precisamente de orden ideológico. La silenciosa guerra de exterminio que diezma las entrañas del chavismo es más fuerte que las divergencias públicas de los líderes opositores, acostumbrados a dirimir sus conflictos en los medios de comunicación y a dividir sus partidos si así lo requiere el momento histórico.
La diferencia con nosotros es que ellos existen, son, están, figuran, comen y respiran porque Fidel piensa a través de Chávez. La paraplegia del aparato burocrático nacional, en manos chavistas en un 90 %, se debe a que nadie se atreve a actuar sin el asentimiento previo de Chávez, que ha llegado al colmo de exigir que todos los proyectos de todos los municipios del país le deben ser remitidos para revisarlos “uno por uno”.
Así que, mientras para el chavismo, repito, unidad es pensamiento único, o asqueante amalgama de codicias y ambiciones subalternas entrelazadas; para nosotros unidad es convergencia intelectual principista necesaria para lograr objetivos comunes en función del bienestar colectivo, respetando la disidencia y la individualidad.
¿Difícil verdad? Solamente quienes tengan tan definidos sus objetivos como para lograr convencer a la sociedad podrán liderar este proceso de unidad, que llegará. ¿De manos de los partidos? ¿De la sociedad civil organizada? Amanecerá y veremos.
Elecciones
Cuando defino al chavismo como un movimiento pre político, me refiero a sus características militaristas, golpistas y antidemocráticas, por lo tanto la voz “elecciones” no significan lo mismo para ellos que para nosotros.
Para el chavismo real, el que se beneficia ampliamente de esta coyuntura, no para el macilento chavista emocional que sufre los rigores de la ineptitud del régimen, las “elecciones” son un prescindible y fastidioso medio de conservar el poder sin perder la apariencia de legitimidad internacional. Pero no son sustantivas, y si no fuera por el empeño de Chávez de parecer demócrata, ya las hubieran eliminado.
Por ello han diseñado una estructura funcional que les permite ganar elecciones sin peligro, bajo sospecha de fraude, pero legales, y hasta con “observadores internacionales”.
Para nosotros, en cambio, las elecciones son uno de los tres elementos nucleares de la democracia, los otros dos son la alternabilidad constitucional y la separación y autonomía de los poderes. Por ello un demócrata siente la necesidad de ejercer su derecho a ejercer el sufragio para elegir a sus gobernantes, aun sabiendo que su voto puede ser viciado. Lo hace porque toda estructura humana es susceptible de fisuras que permean sus perversiones.
El voto no es necesario para los chavistas, de eso se encargan sus equipos electrónicos, para nosotros es una necesidad esencial de nuestra musculatura democrática. Además, el voto es un derecho constitucional y derecho que no se defiende o se ejerce se pierde. La abstención no es más que la renuncia a un derecho. Continuará...
0 comentarios:
Publicar un comentario