Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

15 de junio de 2010

Ladronismo revolucionario

En cierta oportunidad un humilde campesino, ex soldado de la Federación, acudió donde su otrora general a pedirle un mejor precio por unos sacos de maíz, Pero el general se negó aduciendo el alto costo del producto, y el que fue su subalterno en la guerra le recriminó recordándole que ese maíz no le había costado nada, pues se lo había robado en la hacienda de un adversario. Y molesto el general le respondió: ¿Cómo que no me costó nada, y mi honor?.

Es que el libertinaje derivado de la ley del más fuerte suele empapar el honor revolucionario de crímenes horrendos – ¿Danilo Anderson? - y asquerosas vagabunderías, pero para cubrir el hedor dicen que bastan el dinero y la cercanía al poder, tal cual estamos presenciando en estos aciagos días de radicalización comunista, en los cuales la podredumbre moral que sale de miles de contenedores repletos de comida descompuesta a punta de comisiones, está siendo disimulada con la ofendida iracundia del propio Don Vito Corleone, cuyo honor ha quedado atrapado en el oleaje que no cesa de descubrir el botín de piratas en que su revolución vomita ha convertido Venezuela.

El seno de la revolución es ahora la perfecta e inimaginable cueva de la banda de los cuarenta de Hussein, que hicieron las delicias de Alí Babá, con el cuento de que quien roba a ladrón tiene cien años de perdón.

Ser revolucionario es una especie de patente de corso que permite cometer cualquier ilícito, arbitrariedad o desviación de poder con total impunidad - como es el caso de la expropiación de empresas privadas para hacer pasar al gobierno como exitoso, obviando el debido proceso constitucional - y la labia manipuladora del encantador de serpientes, con total desprecio por el pueblo en cuyo nombre dice mandar, se encarga de transmutar la materia fétida que escurre de sus manos en las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia, mientras un enjambre de cómplices necesarios, en ridículas declaraciones y risibles excusas, cada cual más estulto, desde el ambiguo Rafael Ramírez – que felicita a los culpables de la podredumbre - hasta la inédita despistada Virginia Mares – que culpa al capitalismo del ladronismo que carcome su socialismo corrupto por definición - escurren el bulto entre el mosquero y los cuatro pillos de segunda fila que pagarán el pato por haber estado por allí cuando jumeaba.

Y viva la revolución entre loas al jefe que todo lo apaña. Legión de gatos de paltó y corbata - y pasaporte diplomático para el disfrute de Europa en primavera - regando sus excrecencias por la superficie de la patria socialista o muerte a punta de idiotez franelistacolorá uh, ah Chávez no se va. Y el asco a flor de piel.

Tanto en Cuba como en Venezuela

“Cuba y Venezuela somos la misma cosa”, confesó Raúl Castro y jamás se ha dicho tanta verdad con tan pocas palabras: Tímidamente se han podido descubrir algunos graves casos de la añeja corrupción en la Cuba corrupta de los corruptos hermanos Castro, como el de la megacorporación CIMEX o la línea de aviación internacional o el mercado libre de impuestos (duty free) del aeropuerto de La Habana o el que involucra a un empresario chileno, precisamente de la rama de alimentos, que apareció convenientemente muerto en su apartamento de La Habana, “de una insuficiencia respiratoria”, pero el gobierno defiende, como lo hace Chávez, a sus altos funcionarios corruptos, pues la masificada ex sociedad cubana sobrevive por la corrupción, es decir - y necesito el neologismo “delitificar” para graficar “solucionar a través del delito” - Fidel “delitificó” la supervivencia de ese pueblo, para el cual la palabra robar no tiene otra implicación que “resolverse la vida”.

Todos roban de todo a todos para intercambiarlo entre todos. Los y las jineteras se dejan robar por los policías para que “no las vean” entrar a los hoteles de lujo, de acceso prohibido para el pueblo cubano, y éstas expolian dólares a los turistas por servicios que suelen repartir en trueque entre sus conmiserables. Los trabajadores roban insumos en sus lugares de trabajo para permutarlos por otros artículos robados en otras empresas por otros trabajadores o venderlos en el mercado negro para procurarse algunos dólares con el que comprar algunos kilos de pollo del donado por los Estados Unidos, que los ladrones del gobierno revenden.

El propio gobierno roba a los trabajadores cubanos de las transnacionales, al cambiar por pesos de plastilina los dólares de la nomina que los empresarios pagan a las agencias del gobierno. Con estos pesos devaluados, si no existiera el robo institucionalizado, el pobre trabajador moriría de hambre. De allí que al gobierno cubano no le interesa develar esta podredumbre porque se derrumbaría el mito revolucionario que siguen ensalzando los idotas del planeta.

Y hacia allá va Venezuela: Dividida entre atracados que atracarán y atracadores que serán atracados no queda espacio para la honestidad, que es proscrita para la gloria eterna de la revolución socialista. Y la moral pública por el albañal.

La Caja Negra de PDVSA

PDVSA, es decir, Rafael Ramírez, es el poder detrás del trono: No hay caso, por grave que sea, que no merezca el inmediato y acrítico apoyo de Chávez: “Le doy mi apoyo político y moral a ese gran compañero que es el ministro Rafael Ramírez Carreño, el ministro de Energía y Petróleo”. Y punto.

Venezuela es demandada en un tribunal arbitral por incumplimiento de contrato, Chávez mira para otro lado. Se cae la producción petrolera. Merman los ingresos al BCV. Entrega la Faja del Orinoco como se criticó a los gobiernos de la democracia. Ramírez es afincado. Atornillado. Hay denuncias de corrupción familiar. Se destapan ollas podridas con los fletes. “Se sabe de negocios y ventas hechas desde Venezuela al exterior de crudos y sus derivados, por precios y condiciones por debajo de las pautas y el mercado internacional, en franco perjuicio de las finanzas públicas, y que habría reportado altas comisiones que van desde 1 centavo a 10 centavos de dólar por cada barril vendido en dichos cargamentos". Chávez se chupa el pulgar y le da otro espaldarazo a Rafael.

Se deterioran las refinerías por falta de mantenimiento. Hay que importar gasolina pagándola de contado porque el país ha perdido el crédito por la mala gestión de Ramírez. Se multiplican los accidentes por malas operaciones, con muertos y heridos, como jamás había sucedido. Pues, Chávez alaba a Ramírez como el ejemplo que todo ministro debe seguir.

Y el pueblo, que no es tan tonto de capirote, se pregunta: ¿Qué será lo que tiene Ramírez? ¿O qué será lo que sabe? Y con este caso de las miles de toneladas de alimentos dejados pudrir a propósito, para encubrir un acto de corrupción, mientras el pueblo sufría carencias, la incógnita se exponencia, pues PDVAL es un apéndice de PDVSA, o sea que está bajo la directa responsabilidad de Rafael Ramírez, y el artículo 139 de la Constitución establece: “El ejercicio del Poder Público acarrea responsabilidad individual por abuso o desviación de poder o por violación de esta Constitución o de la ley”. Y la ley contra la corrupción, en su artículo 53 establece pena de seis meses a tres años de prisión al funcionario que, “por razón de su cargo, tenga custodia de bienes del patrimonio público y diere ocasión por imprudencia, negligencia, impericia o inobservancia de leyes, reglamentos, órdenes o instrucciones, a que se extravíen, pierdan, deterioren o dañen esos bienes”.

En conclusión

Al caso de los contenedores putrefactos se suma ahora un barco con 55 contenedores con 30 toneladas de alimentos podridos cada uno, que acaba de llegar a Puerto Cabello proveniente de República Dominicana, era alimento para el pueblo haitiano sobreviviente del terremoto, y el descubrimiento de toneladas de medicinas vencidas compradas a Cuba.

Es decir, que estamos frente a unos de los más sórdidos actos contra el patrimonio de los venezolanos de que se tenga noticias en ningún otro gobierno. Las pérdidas son incuantificables. Pero, salvo algunas promesas de “llegar al fondo” emitidas por el Ministerio público, que sabemos es un saludo a la bandera, nada nos indica que los verdaderos responsables serán castigados.

La pérdida de la moral pública es un baldón para la patria. Venezuela es ahora - de Chávez para acá – país proscrito para el turismo internacional, como nación de las más peligrosas del mundo, autopista del narcotráfico y reino de estafadores, corruptos, secuestradores, asaltantes, criminales, matraqueros y pillastres. ¿Orgullo de ser venezolano? Pasa por Maiquetía y me avisas.
Rafael Marrón González

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