Ahondando
en la columna del 17/05 en la cual denuncio la característica fallida del
actual estado venezolano en su obligación constitucional de garantizar la
soberanía y estabilidad económica y alimentaria, la seguridad social, personal
y de bienes y propiedades de la ciudadanía, que, evidentemente y a toda prueba –
devaluación constante, desabastecimiento, inflación e inseguridad – han
superado la capacidad del gobierno, que se niega a admitir el fracaso de sus
políticas públicas, que han colocado a un país petrolero con ingresos
inimaginables para muchos países de Europa que nos superan en modernidad y calidad
de vida, en un alarmante estado de incertidumbre y miedo sin parangón en toda
América Latina, excluyendo el cochambre miserable de Cuba, un país de
indigentes que depende de la filantropía mundial para alimentar su discurso
barato de “patria y soberanía”.
No
es posible encontrar en el devenir de nuestras naciones ejemplo similar de
imbecilidad gubernamental, y con la historia a cuestas, lo que demuestra que si
el hombre tropieza varias veces con la misma piedra, no es por animal sino por
estúpido, y es la ignorancia la que tiene los gobiernos que se merece, no los
pueblos. Y con aguacate, machete, no se hace batido de fresa.
Por
ello es imperativo aplicar los mecanismos constitucionales pertinentes a fin de
producir el cambio político imprescindible, exigido por la realidad que sufre
el pueblo en general, en cuyas manos reside la soberanía de manera directa como
“depositario del poder constituyente originario” (art. 347), antes de que las
protestas alcancen las proporciones de un violento estallido social que
derrumbe las débiles barreras democráticas que nos protegen de un indeseable
protectorado militar, tan impresentable como el militarismo que padecemos hoy.
Un
gobierno que no escucha el murmullo de la arrechera popular, por muy de
revolucionario que se las dé, es un gobierno en peligro de extinción. Porque sí
es verdad que un pueblo arrecho/ reclama su derecho – ocho de cada diez
venezolanos rechaza las políticas del gobierno - y las protestas que se
producen en los escenario de la clase media, donde no hay asesinos a sueldo,
son tan socialmente plurales como los problemas que aquejan a Venezuela – 420
mil hogares han ingresado al estatus de pobreza en el último año - por la
desidia de este gobierno necio, dirigido por la necedad castrista que devastó Cuba,
que cree que la realidad puede taparse con un afiche del difunto diciendo que
no está muerto sino de parranda.
Mientras
PDVSA, la petrolera más demandada – $20 MM para Conocco Phillips – y endeudada
del mundo - $48MM y ahora con $2MM con los voraces rusos - produce apenas para pagar el
irresponsable ensartamiento con las sanguijuelas chinas, que cobran intereses
leoninos, exigen petróleo con descuentos ruinosos y venden los expoliados
barriles en alta mar a los petroleros yanquis. Negocio redondo a expensas del
cretinismo revolucionario venezolano,
que obvia que el gobierno chino es esclavista salvaje en lo político y
capitalista salvaje en lo económico.
Por
ese cúmulo de irresponsabilidades rayanas en traición a la patria, como
pelearse con los únicos empresarios que les pagan el petróleo de contado,
comprar el afecto de 22 países a punta de regaladera y malversar en Cadivi una
suma que según expertos alcanza los $25MM, Venezuela sufre una severa crisis
económica y ostenta la más elevada inflación entre las 42
principales economías del
mundo, sin otra explicación que la ceguera gubernamental que obvia que,
sencillamente, “es la economía, estúpido”. Y la única economía posible, de
comprobada eficacia, que reduce la pobreza por el trabajo, el estudio y la responsabilidad,
es el libre mercado:
la
economía social de mercado es un eslogan político, que también se conoció como
Tercera vía, y la economía planificada o socialista rompe las barreras
históricas de la imbecilidad, y la prueba es la Venezuela residual luego de 15
años de experimentación socialista, el único país del continente que padecerá
una contracción del Producto interno bruto (-0,5) y una tasa inflacionaria
calculada generosamente entre 70 y 80% - si no migra el dólar controlado al
Sicad II porque entonces será del 300% - lo que arrasa con salario y ahorro de
todos los sectores, menos los de los enchufados del régimen.
Para
nuestra estupefacción, Bolivia crecerá 5,1 % con una inflación de 6,8%,
sencillamente porque no siguió el ejemplo que Caracas dio, el chulito les cogió
los dólares y los regalos y le hizo caso al Banco Mundial y allí tienen los
resultados. Su economía crece pero aquí “tenemos patria”, pero como la cubana,
con desabastecimiento y con
una moneda que no cubre el costo del material que la contiene. Me cuentan que
en Colombia compran con sobreprecio los billete de cien para usar el papel
quien sabe con qué fines. Y
quienes permitieron a los Castro esta destrucción de nuestro signo monetario, y
quiero concederles el beneficio de la duda, porque lo otro es monstruoso, son tan ignorantes que
desconocen que el valor de la moneda nacional es un factor moral determinante
en la autoestima de sus ciudadanos que ven la burla a su moneda en la frontera
colombiana, país cuyas casas de cambio son las únicas del mundo que aún
conceden algún valor comercial a la divisa venezolana.
Pero
en lugar de tener la vergüenza de renunciar se creen la mamá de los patriotas,
aunque debemos reconocerles el esfuerzo colectivo y singular que han hecho
para, adicionalmente, aislar
al país por maula, llevarlo al segundo
lugar en tasa de homicidios del planeta y disputarle a Argentina la hegemonía
como el más corruptos de América. Ah, y otro trofeo ganado a pulso por este
Estado fallido es que la malaria reapareció en las áreas urbanas de Venezuela
por primera vez en medio siglo. Bravo. Que la gradería se desgrane en aplausos
y votos ilegítimos. ¡Sale pa´llá!
Rafael Marrón González
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