Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

29 de junio de 2014

PUNTUALIZANDO….



Sigo escuchando voces autorizadas de la oposición informando la situación de deterioro de los servicios públicos y de la infraestructura nacional, de la inseguridad y por supuesto del desastre económico que nos ha sumido en la ruina, llevándose en los cachos el poder adquisitivo del bolívar más endeble que ha tenido la república, todo impecablemente ajustado a la verdad, pero esa plañidera cantaleta está muy bien para los consejos comunales o para los medios de comunicación que son el parlante del pueblo, pero jamás como bandería política de nuestra dirigencia, que todavía no maneja un discurso contundente y unívoco – el del chavismo, aunque falaz, lo es – porque si lo que se busca es un cambio de rumbo, eso nunca sucederá, ni soltarán a Simonovis ni Maduro va a renunciar ni se adelantarán elecciones, y de convocarse una constituyente se corre el riesgo de que con menos votos obtengan más diputados, como sucedió en la AN, sencillamente porque el proceso concentra el poder en manos de incondicionales al castrismo.

Por eso el trabajo, hasta en sus mínimas expresiones, tiene que ser  político, en un esfuerzo conjunto, sin personalismos ni “pescuezamientos” de micrófonos, con líderes sindicales,  comunitarios,  del mismo barrio, para señalarle, por ejemplo, al pueblo que la verdad es el resultado de comparar el discurso de Maduro con la realidad, con lo que descubrirá que no es la oposición la que descalifica su discurso, por razones políticas, sino que es la contundencia innegable de la realidad lo que lo devela como mentira, y como la voz de dos de cada tres venezolanos le dice inservible al gobierno.

Hay que corporificar esas voces para convertirlas en una mayoría crítica, señalándoles que en lugar de ser escuchadas en sus clamores, el gobierno sigue impertérrito con sus políticas de estado dirigidas a crear desabastecimiento artificial para facilitar el control social al mantenerlos en una cola de mendigos, ilusionados con la posibilidad de conseguir los productos de la cesta básica que se niegan a los demás venezolanos, impedidos de hacer tales colas, con lo que el gobierno manifiesta su supuesto “amor” a los pobres, siempre que sean ovejas trasquiladas.

Y empeñado en el derroche internacional del erario para continuar, a troche y moche, con la exportación de su adefesio político, pues es el mandato de su comandante supremo, quien, seguramente avizorando el derrotero de su “proceso” y las probables consecuencias de sus planes empobrecedores, resumió su “plan de la patria” en esta frase inmortal, la que junto aquel eslogan suicida “con hambre y sin empleo, con el extinto me resteo”, configura toda la lógica que moviliza la sin razón del chavismo gobernante:

“No importa que andemos desnudos, no importa que no tengamos ni para comer, aquí se trata de salvar a la revolución”. Entones, una vez entendida cabalmente la misión encomendada por el castrismo cubano a estos fidelísimos devotos, no tenemos que seguir perdiendo el tiempo en la denuncia  hacia la destrucción que llevan a cabo con la nación, pues esta realidad es redundante en el discurso y la sufre en su humanidad y vida el propio pueblo, con cuyo nombre pretenden justificar sus desmanes y violaciones constitucionales y jurídicas, y, por lo tanto es inútil como herramienta política, sino que hay que trabajar para construir un formidable muro móvil de contención al socialismo con la bandera de la democracia, como insignia generica.        

Esto sí es socialismo

En primer lugar hay que dejar de lado la ingenuidad patética de que “esto no es socialismo” o ¿qué socialismo es este? Porque esto, machete, sí es socialismo, del real, no la utopía de los románticos que se encuentran horrorizados al comprobar que el sueño socialista que acompañó sus espinillas adolescentes, es una canallada liberticidal y que Churchil tenía razón al considerarla la “repartición equitativa de la miseria” y que Fidel, en uno de sus escasos instantes de lucidez, definió como “comunismo”.

Ante este monumento a la inhumanidad, que reniega del individuo, de la propiedad privada y de la libre empresa, es necesario asumir nuestra condición de demócratas sin adjetivos, con la convicción de que la democracia es “un pacto político para impedir la tiranía” y no una empresa constructora. Son los gobiernos que el pueblo elige los que construyen obras y realizan buenos o malos ejercicios gubernamentales, dependiendo, en nuestro caso, de los precios del petróleo.  

La democracia es… estado de derecho

Mientras en la democracia priva el estado de derecho, que es su fundamento esencial, en el socialismo impera, por la fuerza y las trapisondas leguleyas que hasta enmiendan la Constitución, el “derecho de estado”. Por eso vemos el asombro que concita en la ingenuidad la ferocidad jurídica del régimen contra quienes se les oponen, con énfasis en las protestas callejeras, que en democracia, tradicionalmente, se han considerado eventos políticos sin consecuencias penales o sujetas a la flexibilidad del estado, hasta en casos graves como las guerrillas y los golpes de estado del ´92.

Pero como el socialismo considera al estado una entidad superior a las leyes, y como el gobierno está imbricado íntimamente al concepto de estado, pues el gobierno subyuga la justicia,  y así ha sido reconocido por Jorge Rodríguez – “la seguridad del estado está por encima de las leyes” -un jerarca político de un régimen, cuya militarización es ya tan evidente, que tienen un “estado mayor” político, cuando la democracia es eminentemente civil.

Con esta confesión de parte no hay nada que discutir o denunciar, en un estado en el cual el derecho está subordinado a su supervivencia, es  claro que la justicia también lo está. Por eso Leopoldo será condenado y muchos de los muchachos que se lanzaron a la calle en busca de una salida inmediata, también sufrirán sentencias condenatorias de clara intención coercitiva, así chille y patalee el universo. Lo triste es no haber estado consciente de ello.

Rafael Marrón González


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