Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

29 de junio de 2014

SINDROME DE COLOCACIÓN FINAL



Hay que considerar la  situación política que vive la nación con mucha lucidez, para poder entender la delicada posición en la cual se encuentra la dirigencia opositora, sometida a presiones y críticas injustas por parte de quienes no han logrado ni tan siquiera vislumbrar la ferocidad de la fiera sedienta de libertades a las que nos enfrentamos, y que demasiados políticos bisoños confunden con otro gobierno democrático, sin percibir su total falta de compromiso con las acciones políticas que en el pasado les permitieron acceder al gobierno, pues si contra ellos hubiera sido el golpe del 4F sus actores hubieran muerto en la cárcel o todavía estuvieran en ella como la coherencia constitucional lo exigía.

Las características absolutistas – por concentración del poder – hacen sumamente difícil mantener el precario equilibrio democrático que nos separa de la guerra civil, pues este gobierno, que lleva quince años en el poder sin gobernar – no es otro “período constitucional” - aunque procedente de un acto electoral constitucional originario, se considera producto, onírico por supuesto, de una victoria obtenida por los “patas en el suelo” en una terrible guerra social contra la odiada oligarquía imperialista, de lo que se desprende su posición unívoca de adalides insustituibles  de la única alternativa posible para la redención de los oprimidos, y, por lo tanto, toda oposición a su forma de conducción del Estado y su modelo económico fracasado, es una rebelión contra los intereses de los desposeídos de la tierra, y será combatida con toda la fuerza de su poder de fuego militar  y paramilitar, judicial y extrajudicial.

Porque para su extravío e inescrupulosidad  no se considera “gobierno” sino depositario insustituible de “¡el poder!”, con todo lo que ello implica. Por lo tanto, bajo este síndrome de colocación final, actúa como amo vitalicio de la cosa pública, sin nadie a quien rendir cuenta, y, además, como es una revolución en pleno desarrollo, no se ocupa de minucias como  la infraestructura nacional ni del desabastecimiento ni de la inflación ni del desastre económico ni de la destrucción de los servicios públicos y menos de la inseguridad, que asume sin rubor como políticas de Estado, pues encarna un fin superior – “qué importa que andemos desnudos!” – la construcción de un nuevo orden planetario, tal como lo expresara el extinto en Tucupita el 20 de mayo 2006:

"del éxito de nuestra revolución – léase “permanencia en el poder” - puede depender, en el futuro, la salvación del mundo", palabras recogidas en el Plan de la Patria, que es ley de la república en extinción, y por ello, durante cada minuto de estos quince años, ha copado y partidizado, a  punta de dólares, toda la urdimbre institucional de la nación, creando un poder omnímodo al servicio incondicional del proceso – por eso ascienden los peores - banalizando el articulado constitucional y derogando la democracia y el estado de derechos por la inobservancia de sus preceptos, arrastrando en el camino al pueblo venezolano a la miseria cubana que los inspira, siguiendo la pauta del difunto, quien, el  7 de Julio 2005, en su programa Aló, presidente, definiera: “la democracia es la transición al socialismo revolucionario, bolivariano, americanista”.

Lo que significa que es un sinsentido continuar pretendiendo la coexistencia imposible de socialismo y democracia, por lo menos frente al planteamiento político del régimen que desarma la memoria histórica del período democrático, reniega de sus valores humanos e implanta en sustitución una simbología sustantiva espectacular pero vacía de contenido, para consumo de la ignorancia esperanzada, con dios tutelar en el Cuartel de la Montaña y libro rojo que contiene toda la sabiduría del cosmos para regresar a un país de altos ingresos petroleros y en vías de desarrollo a la edad media, con supersticiones y tradicionalismos atávicos incluidos.  

O democracia o socialismo

Ya la línea divisoria es sumamente grosera como para no observar el resquebrajamiento de las garantías políticas propias del sistema democrático, pivotado en leyes y sentencias antidemocráticas, aunado a la pose prepotente de quienes se saben apoyados por la violencia como para hacer su real parecer con la justicia como garrote vil, sin contemplación política alguna, por lo que hay que plantear  la lucha, ya sin tapujos, entre socialismo y democracia, lo que requiere un discurso firme, sin veleidades, en una incansable labor de zapa, que lleve a la masa poblacional menos informada las graves consecuencias de apoyar un sistema liberticida, que, con la excusa de los programas sociales asistencialistas, que los esclavizará por hambre primero y luego por el miedo impuesto por el fusil arbitrario, pretende acabar con los derechos civiles que constituyen el concepto básico de la ciudadanía, pues para ellos el asunto está planteado en una supuesta lucha de clases, lo que en Venezuela superó y debe seguir superando la educación, pero ellos no se han enterado por su fiebre esquizofrénica. 

Ante la gravedad de esta  situación, que deriva a todas luces hacia una militarización de la sociedad civil – el hombre nuevo será militar - es imperativo asumir posiciones verticales, radicales si se quiere, en defensa de los valores de la democracia frente a su confeso depredador el socialismo, asumiendo la bandera constitucional que nos define como un Estado democrático, no socialista, que entre sus fines contempla el ejercicio democrático de la voluntad popular, lo que traduce que el voto recibido no es una patente de corso para imponer un régimen totalitario, y señalando por todos los medios a nuestro alcance, amparándonos en el artículo 333, las violaciones constitucionales que lo señalan, más allá de su comprobada situación de Estado fallido,  como gobierno forajido.

Ya no hay medias tintas ni claroscuros. Así que, en socialismo, machete, no hay democracia, por la condición deliberante, crítica y contestataria de esta, por lo tanto su ejercicio es considerado insurrección que debe ser reprimida por el peligro que representa para los ungidos como portadores de la paz… de los sepulcros. Sale pa´llá.     

Rafael Marrón González


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