Una lectora me pregunta ¿qué es democracia liberal? Mi respuesta no puede ser más sencilla: Democracia liberal es… democracia y punto. No hay adjetivos para la democracia, que se define – no se adjetiva - representativa por imperativos de su operatividad - la democracia directa es un dislate imposible que los intereses creados en torno a la revolución bolivariana han rebautizado “participativa”, cuya propuesta fue rechazada por la OEA – pues, la representatividad de lo plural es la manera lógica, inteligente, única de operar un gobierno en democracia.
Debo insistir en la materia, pues hay muchas idiotez cómplice de tiranías: No existen varias formas de democracia, la democracia – como sistema en el que impera el Estado de derecho - es liberal o no es democracia y menos puede serlo esa forma de absolutismo plebiscitario puesto de moda por Chávez y que hace salivar las tentaciones dictatoriales de muchas insuficiencias democráticas del vecindario. Y, además, niego rotundamente que pueda existir nada alternativo como la tal democracia popular o democracia autoritaria con lo que se cubren los feroces dictadores estatistas que, como piezas de museos del horror, sobreviven en la pastosidad del siglo XXI usando constituciones redactadas por sus subalternos y elecciones amañadas para usurpar su ejercicio y obtener reconocimiento de la codicia internacional, pues, la democracia es un sistema de gobierno – o gobierno sistémico - cuya única finalidad es, precisamente, evitar la tiranía.
La democracia no construye escuelas ni cloacas – eso lo hacen los gobiernos en democracia - es simplemente un pacto entre los ciudadanos y la autoridad delegada - para impedir que los hombres de poder se erijan tiranos - que se rige por una Constitución elaborada por la representación de la soberanía popular para garantizar la ¡¡alternabilidad!!, ¡la autonomía de los poderes públicos! y las periódicas elecciones libres, directas y secretas y sin trampas, coadyuvada por la vigilancia ciudadana para que el Estado y el gobierno estén al servicio de todos los ciudadanos y no de la parcialidad afecta al régimen. La democracia, así, ocupa nuevos espacios para su imperio por los avances del conocimiento traducidos en ciencia y tecnología. De allí el necesario celo ciudadano por su preservación.
Una propuesta liberal
Venezuela se define en el artículo 2º de la Constitución como “un estado democrático y social de derecho y de justicia” - adjetivación redundante porque al definirse democrático se sobreentiende que es de derecho, y al ser de derecho será social y de justicia – lo que es una concepción moderna del liberalismo, cuya creación política más formidable en la historia de la humanidad es precisamente ese Estado democrático – que se sustentó en sus inicios en el juez imparcial, hoy en fase de extinción en estos tierreros latinoamericanos - que es “la organización de los instrumentos de poder coercitivo que se subordina al derecho; la fuerza militar que se somete a la razón civil; los gobernados que legitiman desde una vocación igualitaria los designios y las acciones de los gobernantes.
En el Estado democrático el poder central del aparato estatal excede al poder de cualquier persona, agrupamiento, u organización – como en las dictaduras - pero, semejante poder se subordina ante los valores, intereses y derechos del individuo, así como de sus organizaciones civiles, partidos políticos y asociaciones religiosas, económicas y culturales”. Particularmente en Venezuela, el Estado democrático ha contribuido radicalmente a la construcción de la nación, logrando éxitos tangibles en la oferta de opciones de equidad mediante el suministro de servicios que de otra manera hubiesen estado solamente al alcance de privilegiados. Como es el caso – hasta 1998 - de la educación – que generó una formidable movilidad social hacia una pujante clase media, que hoy Chávez desprecia llamándola “burguesía”, tal su ignorancia de las definiciones históricas. En fin, el Estado democrático “embrida a los poderosos, estimula a los débiles, redistribuye riquezas y acorta distancias sociales”.
Sólo la escuela liberal forma demócratas
La escuela debe ser el asiento primigenio de la democracia y el maestro tiene el soberbio honor de ser el alfarero de la ciudadanía de pensamiento crítico para el liderazgo de la libertad. Me aterra para Venezuela - y por eso combato al chavismo – no sólo a Chávez – con toda la fuerza de mi pluma y de mi voz - la posibilidad que vio Heidegger en la culta Alemania de 1935: Las masas reunidas en asambleas populares - confundidas con el ejercicio democrático - decidiendo el destino de la nación al histérico alarido de un mesiánico experto en manipulación sensorial que les señalaba rutas que solo existían en su delirio enloquecido, mientras los intelectuales, maestros y universitarios sucumbían en el exilio, en las cárceles y en los paredones de fusilamiento. Por eso la escuela debe ser intervenida por demócratas para formar demócratas conscientes del concepto integral – indiviso y que no admite adjetivación alguna - de democracia. No hay otra salida.
Una definición orgánica de democracia
Como un aporte al conocimiento pleno de los valores que sustentan al sistema democrático y no haya confusión con propuestas solapadas lideradas por expertos en seducción y soborno: Democracia es el sistema político, cuyos gobiernos están sujetos a las normas constitucionales establecidas por la ciudadanía en el libre ejercicio de su soberanía, que profesa y garantiza el respeto a los derechos fundamentales y libertades públicas de la persona humana con énfasis en la libertad política, civil y personal, regido por los principios capitales de alternabilidad, división de poderes y equilibrio de las autoridades, consagrado a producir la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política.
¿Quiere una definición más corta?
Así como dictadura se sintetiza en “prohibir y obligar”, es decir, que lo que no está prohibido es obligatorio; la democracia se define en la palabra: libertad. Ese valor fundamental inherente a la condición humana, es irrenunciable, y por él, no ha habido pueblo en el mundo que al final no haya logrado destruir a sus liberticidas. El desconocimiento del poder de la libertad genera dependencia y de ella la pobreza. La libertad construye mundos nuevos para el hombre y sus campos ascensionales son ilimitados como la imaginación. El hombre libre piensa y genera. Edifica posibilidades desde lo probable. Donde existan hombres libres es imposible la tiranía porque su sustento es la miseria moral más que la física. Sabemos que ante la complejidad de la libertad el mediocre prefiere el despotismo y que la convicción de la inutilidad personal resigna la libertad por la igualdad, porque aquella produce desigualdad. Es que pararse frente a la libertad produce vértigo por la incertidumbre, que es la auténtica maldición bíblica y no la muerte o aquella estupidez de “ganarás el pan con el sudor de tu frente”, lo que en realidad es, además de lógico, digno. Por eso cuando hablamos de liberalismo, expresamos la idea sustantiva de la libertad que genera riqueza y de allí su confusión con capitalismo – sistema en el que Chávez no cree pero le vende petróleo y le pide prestado - que es la consecuencia económica de la libertad, pero también se expresa en el arte, la literatura y los progresos científicos y humanísticos solamente negados por la ceguera mental de la idiotez.
En conclusión
Cuando los demócratas – que se balancean en la ingenuidad política pobrecitista - estén suficientemente convencidos de que los valores de la democracia están inextricablemente unidos a la libertad – política, económica, social o religiosa, por encima de la igualdad que sólo puede ser ante la ley - y que por lo tanto es su deber combatir “cualquier gobierno, legislación o autoridad que pretenda contrariar sus valores, principios y garantías”, tendremos democracia fuerte y para siempre.
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