Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

30 de marzo de 2015

EL ASUNTO… DEFINICIONES



La única manera de actuar obedeciendo criterios conceptuales, es definiendo. Si una cosa de cuatro patas ladra es perro. Si muge es vaca. Si pita es carro. Y punto. No hay confusión posible.

Un ejemplo de definición precisa la encontramos en San Agustín, que definió el pecado como amar la parte sin el todo, como el sexo sin amor o  el dinero sin el trabajo, situándolo en el plano humano. Al definir obtenemos la recompensa de la claridad del rumbo. Y, además, la certeza de poder ser comprendido con mínimo margen de error. 

Por eso, por ejemplo, si un político decide que su proyecto se inscribe en el “progresismo” su deber, para evitar las confusiones y ulteriores reclamos airados, como le pasó a CAP, es definir a cuál corriente pertenece, puesto que hay diferencias sustanciales entre el progresismo europeo, el latinoamericano o el estadounidense. En América Latina es marxismo, antiimperialismo, ecologismo, nacionalismo y hasta estado benefactor, mientras que en Europa es sinónimo de izquierda renovada, y en USA es lo contrario a  conservadurismo, sin embargo su origen es liberal.

Así que no es fácil ser entendido a menos que se explique con detalle lo que se quiere significar cuando se asume esa posición política, sobre todo si quien la difunde es un dedicado opositor al socialismo, a menos que esté inscrito en la corriente “socialismo  bueno, el mío, socialismo malo, el tuyo”. Porque seguimos en Babia, y el pueblo puede entender que el problema es Maduro y no el sistema comunista, que, teóricamente es una utopía que ofrece la felicidad general  por  la igualdad absoluta, donde cada quien recibe del Estado omnipotente sus recursos de supervivencia según sus necesidades.

Pero que siempre, y en todas sus variantes, termina en sistemas liberticidas dirigidos por astrosos criminales, como Lenin, Stalin, Pol Pot, Kim Il Sung II y descendencia, Fidel…, porque, sencillamente, es antinatural, y el ser humano no es especie como los animales, sino que cada sujeto es único e irrepetible. Y es esa característica la que crea desigualdad y propugna la libertad para el pleno desarrollo de las potencialidades naturales.

Es decir, que el socialcomunismo es un sistema para gerenciar granjas porcinas, no pueblos. Y esa verdad tiene que difundirse con profusión, sin ambages ni retóricas estúpidamente respetuosas de la opinión ajena, luego de un exhaustivo examen de conciencia, pues las espinillas socialistas de la juventud heroica, todavía perviven en muchos de nuestros vetustos líderes de oposición al régimen comunista de los Castro en Venezuela. Por esta razón celebro la definición del historiador chileno Mauricio Rojas: “la idea del hombre nuevo es genocida”. Claro y raspao. Sin falsos respetos que envalentonen la maldad.

De utopías esta tapizado el infierno

Hay que ver los crímenes horrorosos que se han cometido en nombre de las tantas utopías, como la comunista/socialista,  que buscan la felicidad del hombre, por decreto. Comenzando por los homicidios de las distintas confesiones religiosas, algunas en el pasado – recuerden a la joven Juana de Arco -  otras todavía hoy, para obligar al hombre a renunciar a su libre albedrío para someterse a los dictámenes de esa desesperada invención de la incertidumbre que llamamos Dios, Alá o Jehová, y que se han originado, precisamente, en aquellas profundas soledades en las que el hombre está a merced de la inclemencia de una naturaleza hostil y cuya supervivencia es tan precaria que solo puede explicarla con argumentos prodigiosos.

Exactamente lo que ha sucedido con el socialcomunismo que nos ocupa germinado en hostiles escenarios marginados, en los cuales los errores económicos de la buena fe produjeron apoyos a tentaciones totalitarias de oportunistas de mala índole, que se han encargado, paradójicamente, de convertir sistemáticamente a toda la población venezolana en la viva expresión del intrínseco fracaso socialista.  

Fuera las contradicciones

No comparto la excusa de que “si al pueblo se le dice la verdad, perdemos las elecciones”, al pueblo hay que despiojarlo de la ignorancia para que pueda entender a cabalidad las consecuencias de seguir utopías inhumanas. Y hay que decirle, con todas sus letras, que el socialismo, con su estúpido pobrecitismo que exalta la mediocridad y la precariedad, es una fábrica de parásitos sociales irredentos sin más esperanzas que alegrarse con el sufrimiento de quienes han sido empobrecidos y comparten ahora el mismo vecindario decadente. 

Es un deber patriótico ineludible, hacerlo entender que no es posible sacar a un pueblo de la pobreza estimulando la flojera y la dependencia, que solamente sirve para perpetuar tiranos en el poder, por lo que no se les va a repartir cheques, sino trabajo y más trabajo. Hay que llevar al pueblo a comprender su realidad a través de un sencillo proceso filosófico que lo enseñe a determinar la verdad por la simple observación de sus falencias particulares, para que emprenda, por un acto volitivo individual, el camino cierto hacia su desarrollo.

La pobreza no es una bendición bíblica, como tampoco es maldición el trabajo, sino un estado de carencias producido por fallas estructurales en el sistema cultural y productivo individual que impide al sujeto atar su presente al futuro. Y el reverso de la pobreza no es la riqueza, quien quiera hacerse rico que compre barato y venda caro, y ya, sino una vida digna, decente, decorosa, sin carencias elementales, y allí la labor del gobierno debe circunscribirse, además de a sus obligaciones administrativas y geopolíticas, a generar las condiciones para la inversión nacional y foránea, que crea fuentes de trabajo estables, bien remuneradas que deriven movilidad social, y a la dotación  de servicios públicos eficientes, de calidad y oportunos, incluyendo la seguridad ciudadana.

Ni izquierda ni derecha: Gobierno dedicado a sus deberes constitucionales y ciudadanía a sus responsabilidades consigo, con los suyos, con la sociedad. Binomio perfecto como propuesta política absolutamente comprensible, sin lugar para confusiones ni contradicciones, para obtener el bienestar general en sana paz, como corresponde a una nación civilizada.  

Rafael Marrón González


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