El
igualitarista “tuteo” del venezolano llano pertenece a nuestro acervo
revolucionario más antiguo, y único en Latinoamérica, que aunque era
ampliamente usado por las mujeres negras con sus amos en la colonia, se
generalizó con el triunfo de la Federación que, además de la ruina nacional,
como todas nuestras revoluciones, nos dejó una fecha en la cinta de
nuestro escudo nacional y un federalismo constitucional ficticio, una de
nuestras grandes contradicciones - Guzmán Blanco, uno de los más conspicuos
generales de la Guerra Federal, fue un maniático centralista, como el
extinto.
Ningún otro
pueblo de América, salvo los Estados Unidos con su acomodaticio “you” de
interpretación libre para quien lo recibe, ha eliminado de su lenguaje común el
respetuoso “usted” que ofrenda dignidad, como el venezolano. Tratar de “usted”
- “ustear” – pareciera ser una manifestación de inferioridad que el
pueblo no está dispuesto a otorgar. Así que fue la Federación la
que lo impuso, como el primer acto revolucionario contra la oligarquía
conservadora - ignoro si Boves, el primer demagogo de América, permitió a sus
negros y mestizos que lo tutearan.
La admisión
social de ese tuteo fue la concepción de igualdad que el pueblo asimiló en
igualitarismo. “Todos somos iguales” se transformó en no hay respeto ni
reconocimiento al mérito. Y a cambio de creerse igual porque tuteaba, el pueblo
volvió a guardar cien años de silencio hasta que la democracia le recordó que
estaba vivo el 23 de Enero de 1958 y el socialcomunismo chavista lo lanzó
contra el progreso nacional para usarlo como “instrumento ciego de su propia
destrucción”, a partir de 1999 hasta la fecha, período en que la igualdad se
manifiesta ante el fantasma de la incertidumbre en las colas de la escasez y de
la morgue.
Igualitarismo político
Mientras la
igualdad es el principio jurídico que reconoce a todos los ciudadanos capacidad
para el disfrute de los mismos derechos, y la obtención de todos los cargos
según sus capacidades, el igualitarismo ha derivado en una tendencia política
que propugna la desaparición de las diferencias sociales derivadas del
ejercicio de la libertad, para lo que es imperativo eliminar la libertad.
Mientras la
igualdad refiere al libre albedrío, y es la voluntad del individuo la que
impulsa su desarrollo a través de la explotación racional de sus capacidades
naturales, el igualitarismo solo es posible mediante la castración de esa
facultad natural y su imposición violenta por un ente externo al hombre llamado
Estado totalitario. Como lo evidenciaron setenta años de experiencia
totalitaria en el más poderoso de los Estados igualitarios que han existido,
que es la artificial Unión Soviética, no es posible nivelar la igualdad a la
fuerza sino por debajo, es decir manteniendo sometido por el terror al
individuo meritorio a la misma precariedad económica y social del incapacitado.
El producto del
mérito es usufructuado por el Estado, que roba al individuo meritorio su
producción para supuestamente repartirla entre todos, según sus necesidades.
Pero lo que ocurre es que el mérito declina su capacidad productiva, o se fuga
a naciones libres, generando el desplome del sistema. El caso de Cuba es
emblemático, los cubanos empresarios que debieron dejar a Fidel sus propiedades
a cambio de su libertad, volvieron rápidamente a ser prósperos empresarios
millonarios en Miami, y Cuba entera es un foso de miseria después de 55 años de
mendicidad internacional, de la que saldrá - ahora sí triunfará la revolución -
gracias al gesto histórico de Obama de restablecer relaciones plenas, lo que llenarás
las calles de la Habana de gringos ebrios con los bolsillos repletos de
dólares, cual Puerto Rico.
La igualdad ante
le ley, que es la única posible, genera nivelación social a través de la acción
intelectual, política, económica, científica o artística, pero el igualitarismo
por decreto crea una perversión política que privilegia la incondicionalidad al
partido y la deslealtad familiar y social, generando una élite despiadada que
asume dictatorialmente el destino de la sociedad, disfrutando su nomenclatura
de todos los privilegios que niega a la población sometida a la esclavitud por
la supervivencia.
La igualdad según la visión liberal
No se refiere, en las sociedades
democráticas abiertas, la igualdad de oportunidades a la distribución de las
distintas posiciones en la sociedad, como aseguran los socialcomunistas, sino
en hacerlas accesibles a todos los ciudadanos por igual, desde un mismo punto
de partida y desde el cual se pueda alcanzar el objetivo en función de la
propia competitividad.
Para que exista igualdad de
oportunidades, los individuos deben tener satisfechas las necesidades
elementales. Es por eso que una sociedad democrática debe satisfacerlas para
nivelar las oportunidades. Desde
este punto de vista la libertad, el libre albedrío, genera desigualdad, porque
solo los dotados de voluntad para aprovechar sus talentos naturales podrán
acceder al progreso por su desarrollo.
Recordemos que la voluntad es la cualidad del
cerebro humano que le permite poner en movimiento el mecanismo de la razón. El
talento sin voluntad es un desperdicio. Es la voluntad la que hace la
diferencia del hombre frente a sus circunstancias, porque la voluntad obliga al
hombre a tomar decisiones, a elegir, a terminar lo que comienza y a crecer. Y
eso, tan naturalmente justo, le parece injusto al comunismo, y por lo tanto
para que no tengan envidia quienes no se esfuerzan, les niegan la posibilidad
de obtener y disfrutar el fruto de su esfuerzo a los que si lo hacen, por eso,
para ellos, la igualdad está por encima de la libertad. De allí que la lucha de
clases tan citada por Marx derivó en una vulgar envidia de los que se quedan
anclados en el barrio contra los que surgieron del mismo barrio y generaron
movilidad social a través del estudio, el trabajo y la responsabilidad,
por este imperativo de la realidad el propio individuo debe reconocer que es un factor de
progreso si se desarrolla, porque los hombres libres no piden igualdad, se la
procuran.
Rafael Marrón González
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