Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

9 de marzo de 2014

ES PROTESTA SOCIAL Y PUNTO



La revolución “socialismo S-XXI” acaba de morir. El doble repique de cacerolas surgido inopinadamente de la zona oeste – ejemplo Casalta II, Catia - que estremeció Caracas, a pesar del miedo impuesto por los paramilitares que amenazan con quemar la vivienda de quien caceroleara, rubricó el acta de defunción. Y estamos convencidos de que ese redoble de cacerolas se va a traducir en exigencia multitudinaria de cambio, como consecuencia de 15 años de fracasos que han llevado al país a la ruina física y moral.

Así que prepárate Maduro que lo que sufriste esta semana es la punta del iceberg, pues son vergonzosos los niveles de escases e hiperinflación que sufre el pueblo venezolano dentro de una bonanza petrolera histórica – un millón de millones de $ - que esta locura revolucionaria – revolución es sinónimo de atraso en estos tiempos -  regaló, se robó y dilapidó en un festín de Baltazar propio de una estupidez sin parangón en la historia de la humanidad.

Situación que hasta estos días había sido consentida por un significativo porcentaje del pueblo en situación de pobreza, ignorancia solapada en el carisma del líder “eterno” que le ofrecía eufemismos heroicos a cambio de su miseria, permitiendo que los recursos de combatir su pobreza se dilapidaran exportando la idiotez cubana, lo que fue aprovechado por no pocos chulos para forrarse en billete petrolero.

Y mientras el “eterno” vivió, ese pueblo siguió consumiéndose en la inseguridad, el hambre y el desempleo, soportando impávido el deterioro de los servicios públicos y la asquerosa corrupción, porque y que “estaba construyendo patria”. Pero el “eterno” murió y como ha sucedido en todos los proyectos para “mil años” al desaparecer el encantador de serpientes el parapeto se derrumba, pues el pueblo recobra la vista y el olfato, lo que en el caso venezolano fue más pronto de lo que pensaba.

Recuerdo en el 2006, cuando perdimos las elecciones llevando de candidato a Manuel Rosales, sostuve que la victoria estaba en la votación obtenida, y que era ingenuo esperar derrotar el formidable aparato fraudulento del gobierno – uso de los recursos del Estado e información privilegiada del comportamiento electoral, en pleno desarrollo,  para activar los operativos de movilización de electores  – sin el concurso de un estallido social, pues esta revolución tenía que cumplir su proceso histórico, y debía ser combatida en el terreno político, no insurreccional, y había que acudir a todas las elecciones que se convocaran para publicitar el crecimiento del descontento popular, hasta que llegamos a las elecciones del 14A que Maduro ganó apenas con 1,5% de los votos.

Una derrota política formidable, que, por el lado del pueblo opositor no fue valorada adecuadamente, obsequiando al oficialismo por abandono, la mayoría de las alcaldías del país, legitimando el triunfo de Maduro – en Caroní perdimos por un 7,8% cuando en Universidad, protagonista de la guarimba de ahora, dejaron de sufragar 23.000 electores – y por la parte oficialista, la oceánica estupidez del chavismo intentó, en un insulto a la inteligencia, revertir en victoria multitudinaria su cuasi derrota, desaprovechando la oportunidad de reconocer el crecimiento determinante del movimiento opositor en los sectores populares, lo que hubiera permitido corregir el rumbo, aceptando el fracaso de la estúpida propuesta socialista, y evitarse el descalabro tridimensional que sufre hoy, pero imperó la soberbia inoculada por un irresponsable a un hombre acostumbrado a obedecer. Y allí lo tenemos, acorralado entre la renuncia y la Corte de la Haya, dependiendo de la lealtad de la violencia, oportunista o sufragada.   

Rumbo democrático

La lectura que la sensatez debe dar a esta semana de  protestas acalladas con balas, gases, tanquetas y paramilitares impunes, empoderados de la calle a punta de motos, pistolas y capuchas, tiene que ser profundamente democrática, evitando ese pernicioso pescar en río revuelto que caracteriza la “viveza” criolla.

Por muy popular  que sea en estos días “tener bolas”, cuyas consecuencias, además de los 8 muertos – Génesis Carmona como emblema – los 265 heridos de bala, los 604 brutalmente golpeados y el allanamiento a María Corina para enjuiciarla – recogieron diez mil firmas en minutos – y la irreflexiva y estúpida actitud de triunfo del gobierno autista pivotado en las bayonetas, es la prisión de Leopoldo López, que pagará su “arrojo”, como lo anunciara Maduro, con su inhabilitación política – chavista no es Caldera, será juzgado y condenado, y luego, tal vez, perdonado,  ojalá con todos los presos políticos, si la sindéresis se impone, aunque lo dudo -  el deber ser de nuestro liderazgo nacional y regional es profundizar el trabajo político en los barrios, porque el arma es el voto, estimulando la protesta social dirigida a objetivos específicos, hasta obligar al gobierno a reconocer que somos la mitad del país y tiene que escuchar a quienes protestan para que la paz y la justicia imperen en esta república que no merece el trato indigno que le infiere este gobierno encadenado en 15 años de maldad y latrocinios. 

Cuidado con el lenguaje

Pensando en los “juristas del horror” y el comienzo del calvario de Leopoldo, es necesario cuidar nuestro lenguaje, evitando inteligentemente el “comecandelismo”, pues estamos enfrentando el poder omnímodo de un santuario revolucionario, dirigido por una esquizofrenia ideológica inescrupulosa que considera blasfemia punible cualquier disidencia, y que tiene miedo pero está armada de jueces y fusiles.

Recordemos que “lucha” no traduce acto cultural, por lo tanto despojada de violencia,  sino pelea, combate, disputa, enfrentamiento, es decir que toda lucha lleva implícita grados de violencia. Y “la  calle”, que es el escenario natural de la lucha – “salte pa´juera coño e´tumae” -  es el equivalente de la selva donde impera la ley del más fuerte, del más violento, donde no hay reglas y se quiebra la norma.

La frase “lucha en la calle” puede ser considerada por el gobierno, en su transición dictatorial, como  “incitación a delinquir”. Es “protesta social”, sin la carga semántica de la violencia, y punto.

Rafael Marrón González


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