La
actitud de los taxistas contra la ciudad, con las minúsculas excepciones de
rigor, es de tal agresividad y violación de las normas de convivencia y leyes
que regulan el tránsito automotor que, sin lugar a dudas se han convertido en
un azote de mayor peligrosidad que los motorizados que ya es mucho decir.
Sujetos
de alta peligrosidad a quienes importa poco la vida y bienes de los demás se
lanzan por las arterias viales de nuestra ciudad a velocidades suicidas, y
pobre de quien se atreva a cruzarse en su camino porque necesita hacer un giro
o cambiarse de canal, pues se lo impedirán con el argumento de atravesar el
carro para propiciar el choque y como el carro que conducen parece no ser de su
propiedad, se salen con la suya.
Zigzaguean
en las colas, irrespetan
los semáforos y cruce de peatones, y lanzan los carros contra quienes
atraviesan calles y avenidas, personas, muchas veces de avanzada edad, que
deben correr despavoridas ante la amenaza de muerte o mutilación que significa
la cercanía de un taxi conducido por un tarado que debería estar en una
institución de salud mental.
Son
vulgares, prepotentes, abusadores – nada reta la naturaleza humana como el
abuso - y apoyados por la
ausencia de autoridad o como me respondió uno ante mi reclamo airado: “fiscal
que se me atraviese lo compro”. Y para remate, las tarifas que cobran son
usurarias porque les da la gana.
Es
imperativo que la autoridad – llamarse alcalde para no serlo es el colmo de las
miserias - aplique correctivos a estos delincuentes disfrazados de taxistas,
que hacen más difícil la ya agobiante convivialidad ciudadana. No es posible
que cualquier esquizofrénico, drogadicto o psicópata que necesite plata se meta
a taxista con el simple expediente de comprar en una casa de repuestos una
calcomanía autoadhesiva que identifique el vehículo como “taxi”.
Debe
prohibirse la venta libre de este emblema, pues identifica un servicio público
que tiene que estar autorizado exclusivamente por la Alcaldía, previo registro del
vehículo y la adjudicación de una patente que genere impuestos, pues se dedican
a una lucrativa actividad comercial, y todo taxi debe llevar este distintivo de
manera fija y definitiva mientras el vehículo este registrado para esa
actividad.
Todo
taxi registrado, únicos que podrán circular y cargar pasajeros, so pena de
multas y penas severas por la transgresión, debe anunciar en letras bien
visibles, como se exige a los comercios establecidos, el número de patente y el de
teléfono de la oficina de quejas y reclamos que se creará para civilizar esta
actividad, hoy en manos de una banda de desquiciados morales, que han
desplazado a nuestros decentes trabajadores del volante que, organizados en
“líneas”, prestaban un excelente servicio a la ciudadanía.
Eran
profesionales del volante y del servicio público. Y estaban orgullosos de ello.
Era un oficio digno que redituaba satisfacción ciudadana. Pero ahora los taxis
son “mata hambres” de ocasión y los taxistas cazadores de pasajeros, al mejor
estilo safari, y al capturar la presa, parten como una exhalación a soltarla en
su destino, y en esa
búsqueda enloquecida se llevan por delante a quien se les atraviese. Son tan
imbéciles que atropellan y espantan a su cartera de clientes. La ciudadanía
inerme no tiene más defensa que el grito indignado.
A organización llama la ciudad
La dirección de transporte tiene que
asumir su responsabilidad y comenzar un operativo de registro de los vehículos
dedicados a esta actividad, en un plazo perentorio, dada la gravedad del asunto. Al momento del registro, los
taxistas tienen que entregar copia de su documentación personal y del vehículo
para iniciar el archivo digitalizado que otorgará las patentes y el anuncio que
identifica al vehículo como “taxi”.
Estos carros tienen que estar “gobernados”
para limitar su velocidad y los conductores deben pasar por la escuela de
conductores de servicio público, que se creará con esa finalidad, para recibir
instrucciones necesarias para convertirlo en prestadores responsables de un
vital servicio de alta incidencia en la calidad de vida de los ciudadanos.
Esta escuela otorgará un certificado que
debe portarse en el vehículo, con el resto de la documentación, porque será
exigida por la dirección de tránsito, como requisito indispensable para conducir
un taxi. La ciudadanía debe cooperar obviando abordar taxis “piratas”, es decir
que no porten el distintivo otorgado por la alcaldía.
La situación del tránsito automotor en
Puerto Ordaz está caotizado por la irresponsabilidad de los conductores de
taxis, aunque no obvio el comportamiento incivil de algún neardertal, por ello
es imperativo la intervención inmediata de la autoridad delegada por la
ciudadanía y si no es capaz, entonces ponga su cargo a la orden y permita que
un verdadero alcalde cumpla con las funciones inherentes a su magisterio – el
colmo de la sumisión a la fuerza delictiva: Maduro aconseja a la banda los
orejones: “iremos por ustedes si retan al estado”, qué santas bolas - o, en su
defecto, apoye la división del municipio para que una autoridad competente
asuma el compromiso de aplicar la ley y devolver la paz a la ciudad de Puerto
Ordaz que está agobiada por su ineficiencia- la forma artesanal como tapan los
huecos en nuestras calles lo dilucida - aunque
observo el mismo caos en San Félix, pero allá están contentos con su gestión y
sarna con gusto dicen que no mortifica.
Rafael Marrón González
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