Cuando Luís Miquilena formaba parte del equipo creador de esta
cretina monstruosidad destructiva, se produjo una reacción combativa de
individuos convocados por una causa común que, para diferenciarse de los
partidos políticos, asumieron el sustantivo “sociedad civil”. Y el antiguo
comunista le preguntó a un reportero: - ¿Con qué se come eso? Cinismo criticado
hasta el exhausto, porque estamos convencidos de que existe una instancia
organizacional, con reglamentos y normas de obligatorio cumplimiento, llamada
sociedad, que además es solamente civil, es decir un club de membresía selecta,
algo poco comprensible si analizamos semánticamente la palabra “sociedad”, que
solamente puede existir en plenitud en el campo jurídico, pero que en el social
es un artificial imperativo imposible, porque en este mundo de seres disímiles
la única expresión posible es el individuo, bueno o malo, generoso o codicioso,
valiente o cobarde.
Así
que ese achacarle la culpa de la conducta individual a una supuesta sociedad
conspirativa que destruye a unos y ensalza a otros es un reduccionismo
sociológico sin parangón. Una concentración de individuos disímiles con
intereses diversos y apetencias distintas, por el hecho fortuito de convivir en
un mismo escenario, no constituye sociedad desde el punto de vista semántico.
Las
sociedades jurídicas están constreñidas por unas normas asumidas
contractualmente, pero eso no ocurre en las organizaciones humanas, en las
cuales hay que penaliza o amenazar con el infierno para lograr cierto nivel de
convivialidad pacífica, dado el alto grado de primitivismo que las infecta.
Por
ello es una necedad atribuir a una supuesta “sociedad” culpa alguna en las
perversiones individuales que desgarran el velo de las normas tácitas que
permiten las relaciones armónicas entre extraños aunque sean familia. El colmo
de este desacierto sociológico es que un asesino al salir de la cárcel, luego
de cumplir la siempre insuficiente condena, por haber asesinado a un ciudadano
ejemplar, suele decir que “pagó su deuda con la sociedad”, como si con esos
años de prisión se pueda resarcir el inmenso daño ocasionado a una familia, de
las que, según, las sectas “familistas”, constituyen el núcleo de la sociedad,
para no admitir que es el individuo el habitante de ambos extremos, y no falta el consagrado que
señala con seño docto que estos delincuentes son “producto de la sociedad”,
obviando la individualísima naturaleza humana y su propensión al facilismo y a
la barbarie.
Así
como el libre albedrío de tan contradictoria publicidad en el mundo religioso.
Quien coge el barranco – en el mundo de la vida no existe camino malo, hay
camino y barranco – para el discurrir de su existencia, ha tomado una decisión
personal, y sus consecuencias también deben ser asumidas con la misma posición,
sin estar chillando como cochino en camión cuando la justicia los alcanza, ni
justificándose con necedades sociológicas, que del mismo palo sale la talla
artística y la leña.
Es el individuo, vale
El socialismo real es una idiotez, pero criminal – el comunismo
(socialismo real) es una secta de asesinos, ladrones y corruptores de menores - sencillamente porque reduce al
individuo a nivel de masa – multitud humana indiferenciada, caracterizada por
un grado extremadamente bajo de cohesión y organización - despojado de criterio
y conciencia personales, obediente y no deliberante y, sobre todo, sumiso por
la subsistencia basal, y para lograr esa situación antinatural este sistema –
que tiene la soberbia de llamarse “progresista” en franca contradicción con su
realidad histórica - tiene
que ser represivo, sustentarse en los fusiles de ejércitos corruptos, y si eso no es estúpido, pues que viva
la pepa.
“Para
los liberales el individuo es el fin, para los socialistas es un medio” de
crear no sé qué idiotez colectivista que producirá un estadio de éxtasis
perpetuo en el cual nadie se acuesta sin comer, porque comer es el ideal
sustantivo de esta y de cualquier otra imbecilidad totalitaria.
Parece
muy difícil de aceptar que el hombre es uno, indivisible e irrepetible, y se
diferencia de los animales porque tiene historia y es capaz de generarla, por
ello no es manada ni piara ni rebaño, es individuo y se organiza en grupos de
individualidades con objetivos comunes aunque con intereses distintos, por ello
hay divisiones en los partidos políticos, democráticos se entiende, porque los
estalinistas como el PSUV, en realidad son grupos de ambiciosos cohesionados
por la codicia que les conforma un sólido pensamiento único, que se deslava
cuando el poder que los sustenta desaparece.
En
conclusión
Es
una insensatez considerar que los delincuentes son excretas de una sociedad
maluca que los marginó en su infancia modelando con ello su barbarie, en lugar de asumir de una vez por
todas, para determinar soluciones, que estos son especímenes en pleno uso de su
libre albedrío que tomaron una decisión personal y tienen que pagar por las
consecuencias de sus actos – el crimen atroz contra Mónica Spears y su esposo
fue cometido por degenerados que renunciaron voluntariamente a su condición
humana – humaniformes impíos, la piedad es la definición del ser humano –
cualquier otra consideración social es irreal.
La
fulana sociedad es una entelequia metafórica sin posibilidad alguna de
controlar las decisiones de las individualidades que teóricamente la conforman.
Malandro quiere ser malandro, le gusta ser malandro y punto, y por lo tanto que
asuma su barranco, por cierto los “buenandros” solo existen en la esquizofrenia
chavista. Abrir el postigo de la “sociedad” para justificar sus acciones
sociopáticas es una canallada contra la virtud traducida en trabajo, estudio y
responsabilidad, aun en el mismo escenario de quien escogió el mal como sistema
de muerte en vida. Lo que se debería hacer es aplicar la capitis diminutio
máxima, y despojar de la nacionalidad a estos traidores a la patria. Sale
pa´llá.
Rafael
Marrón González
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